Existen cubanas que la historia patria se encuentra comprometida con su justa vindicación, así como la valoración de su praxis socio-cultural, como es el caso de Ana Carlota de la Cruz Aguado Andreu (1866- 1921), conocida como La Calandria Cienfueguera, apodo que conquistó desde las primeras incursiones en la música, por sus condiciones vocales de soprano.
No compete a esta reseña, cumplir esa tarea pendiente y permanente de la historiografía insular, para lo cual no alcanzaría ni el tiempo ni el espacio. Intentarán estas líneas un fugaz asomo a algunas hilachas entresacadas del hermoso tejido de su fructífera existencia, en especial, aquellas que las vinculan con la faena política de José Martí y la señalan como artista y patriota, en las postrimerías del novecientos cubano.
Ana Aguado fue una de las voces artísticas memorables de la región cienfueguera .Las primeras lecciones musicales las recibió en el propio hogar, de la madre Carolina. También recibió clases de Solfeo. Luego continuó estudios en España, cuando la familia se trasladó a La Coruña, ciudad de un próspero ambiente artístico-musical. Allí inició su carrera artística, además de estudiar canto y piano con renombrados profesores españoles.
En 1885 regresó a su ciudad natal, donde pronto se insertó en el ambiente cultural cienfueguero. En 1889 volvió hacer las maletas y partió rumbo a los Estados Unidos, donde contrajo matrimonio con el maestro Guillermo Tomás. La unión con este notable músico no impidió su manera femenina de interpretar. En la nación norteña, Ana se presentó en un concurso de oposición, donde ganó la plaza de soprano-solista en la Iglesia de San Francisco Javier del barrio de Brooklyn en Nueva York. Además, adquirió mayor prestigio en sus conciertos en el Club Patriótico Los Independientes, y en los teatros Hardman Hall, Columbus Hall, Berkeley Lyceum y en la Escuela de Ópera y Oratoria de Emilio Agramonte.
Ana Aguado y su esposo colaboraron activamente con la emigración patriótica de Nueva York encabezados por el músico Emilio Agramonte, que lideraba las reuniones de los cubanos simpatizantes con la causa independentista.
José Martí, enrolado en las tareas de ordenamiento de la emigración, en la búsqueda permanente de la unidad entre los compatriotas que desde la emigración anhelaban ver libre a la patria, acudió a la colaboración de los esposos para su velada en Hardman Hall (junio, 1890).
Días antes de efectuarse esta actuación, el 7 de junio, el futuro Apóstol de la independencia cubana escribió una carta a la soprano cienfueguera, donde reconoce la labor que ella y su esposo realizan por la causa cubana: “…mis compañeros y yo estimamos la benevolencia con que se presta usted a ayudar, con la fama de su nombre y el encanto de su voz”.
En la citada misiva, Martí agregó: “Los tiempos turbios de nuestra tierra necesitan de estos consuelos. Para disponerse a morir es necesario oír antes la voz de una mujer”. Y reiteró el reconocimiento al apoyo que prestaban a la causa que él catalogó “… mucho mayor por lo espontáneo”.
Al concluir la “guerra necesaria” en 1898, los esposos Tomás-Aguado regresaron a la Isla. Asentados ambos en La Habana, continuaron desarrollando sus virtudes artísticas y pedagógicas. Ana fue nombrada profesora de canto del Conservatorio Nacional de Música Hubert D’ Blanck. Realizó su última presentación en público en diciembre de 1908. En 1919 fue nombrada subdirectora de la Escuela Municipal de Música de La Habana, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento el 6 de mayo de 1921.
Ana Aguado fue una mujer que impuso su gallardía, en medio de una época plagada de corrientes usualmente adversas del liderazgo femenino, para marcar el ambiente musical en la región cienfueguera y en toda la geografía insular en los finales del siglo XIX e inicios del XX, así como la pedagogía musical del país durante ese período.
La Calandria Cienfueguera devino modelo actual y vigente de la participación de las féminas como agentes culturales y fuerza activa en la conquista de las libertades sociales y políticas, y probanza de lo que José Martí consideraba que podía alcanzar una mujer “culta y virtuosa”.
Foto de portada: Sitial consagrado a Ana Aguado en el parque que lleva su nombre, en el Reparto Punta Gorda de Cienfuegos. Foto: Delvis Toledo (5 de Septiembre).