Esteban Salas: el barroco que susurró desde el alma cubana 

Esteban Salas

En una Cuba que empezaba a nacer, en el siglo XVIII, una música brotó como brisa entre vitrales. Era el canto de Esteban Salas, sacerdote de la armonía, tejedor de devociones, arquitecto de un arte que hablaba con voz propia desde el corazón del Caribe. 

Nacido en La Habana el 25 de diciembre de 1725 y abrazado por la eternidad a Santiago de Cuba, donde falleció el 14 de julio de 1803, Salas no compuso para el ruido del mundo, sino para el susurro del alma. 

Su música, hecha de incienso y cielo, cruzó los océanos sin salir de la catedral. En sus pentagramas, el barroco europeo se funde con el aliento tibio de la tierra americana; allí donde la fe no es rito, sino consuelo; donde el villancico no es adorno, sino espejo del pueblo que canta. 

Sus obras no se escuchan: se sienten como si el aire mismo orara. Uno de sus villancicos más famosos: “Un niño llorando al hielo”, no es solo una melodía. Es un retrato de ternura, llanto convertido en arte, plegaria que vibra en el rincón más hondo de la sensibilidad humana. 

En sus notas vive el frío de la pobreza y el calor de una mirada compasiva. Porque Salas entendía que lo divino también se halla en lo sencillo, en lo humilde, en la voz del pueblo que canta sin saber que hace historia. 

Fue el escritor Alejo Carpentier quien en el siglo XX rescató su nombre del polvo y la sombra, quien lo reconoció no solo como músico, sino como el punto de partida del arte melódico en la mayor de las Antillas. En los manuscritos olvidados de la catedral encontró una patria sonora anterior a la patria misma. 

Esteban Salas no pidió aplausos. Solo quiso que su música fuera puente entre lo sagrado y lo humano, entre la solemnidad del altar y el juego picarón del alma criolla. Y así fue: su legado, sembrado en tierra fértil, florece como árbol que no deja de dar frutos. 

Cuba resuena en su obra. Y en cada coro, cada misa, en cada niño que entona un villancico sin saber su historia, late el pulso sereno de aquel hombre que escribió con fe, con oído y con amor. 

Esteban Salas es la música que nos recuerda quiénes fuimos… y quiénes aún podemos ser. 

 

Foto: Tomada de Radio Trinidad 

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