El genial Paganini negro cubano

Brindis de Salas

Mágicas resultaban las manos de uno de los más célebres músicos cubanos del siglo XIX. Cuando Claudio José Domingo Brindis de Salas ejecutaba el violín, sus dedos parecían desafiar el tiempo para
que cada intervalo de tono musical fuera más rápido.

Las octavas marcadas por el virtuoso en el instrumento dejaban atónitos a los críticos de fines de la decimonovena centuria, mientras las melodías brotaban y hacían soñar a cuantos lo escuchaban.

Así obtuvo el sobrenombre de rey de las octavas el distinguido violinista negro, nacido el 4 de agosto de 1853 en La Habana y fallecido el 2 de junio de 1911 en Buenos Aires, Argentina.

Había llegado al mundo en un hogar musical, donde su padre era reconocido violinista y dio las primeras clases al hijo prodigio, quien a los 11 años de edad ya ofrecía un concierto en el Liceo de La
Habana. No había transcurrido una década y ya era notable la presencia del adolescente criollo en París, ciudad que le dio una beca de estudios y el primer premio en el conservatorio que lo acogió.

La notoriedad artística de Brindis de Salas sacudió los grandes salones europeos de su época, en tanto le concedieron títulos y condecoraciones en varias naciones de aquel continente. A ambos lados del océano Atlántico la fama del violinista habanero era aplaudida, sus actuaciones se repetían en teatros del viejo y el nuevo mundo. Fue el primer cubano en actuar en la Rusia zarista y Argentina lo recibió con tal beneplácito que le obsequió un Stradivarius.

Sus constantes viajes entre La Habana y múltiples puntos de América y Europa lo definieron como un creador maravilloso, que algunos llegaron a comparar con el inigualable violinista italiano de
inicios del siglo XIX Niccolò Paganini.

Las reseñas de su vida aprecian al hombre tan codiciado por su talento artístico como por su desempeño en la sociedad. Sin embargo, otros pasajes de su intenso andar indican que el genio se
fue apagando hasta su retorno a Argentina, pobre, enfermo y desamparado. Allí cerró los ojos para siempre en 1911, tuvo digna sepultura y Cuba recibió los restos del Paganini negro un tiempo después.

Quedó Brindis de Salas en la historia universal por sus aportes magistrales, que su Isla natal continúa honrando.

Foto: alamy

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