Del clarín escuchad el sonido

Clarín Mambí

En el universo argumental del arte es frecuente encontrar amalgamas de realidad y ficción gracias al ingenio creativo de un artista.

Tal congruencia entre el visualización objetiva y la recreación fenoménica se encuentra en la clásica serie animada Elpidio Valdés; fruto de la sapiencia y habilidad de Juan Padrón para moldear elementos ficticios con pasajes de aceptable rigor histórico. 

Póngase por caso el cortometraje “Clarín Mambí” de 1976. El episodio en cuestión relata las peripecias de un grupo de insurrectos cubanos, en aras de agenciarse de un clarín, un instrumento de viento físicamente parecido a una trompeta, pero más pequeño que ésta y por consiguiente más maniobrable en las condiciones concretas de la manigua redentora.

El material muestra en su brevedad, con exquisita sagacidad y comicidad, cómo en ocasiones tenían que conseguir los instrumentos musicales arrebatándoselos a los enemigos, al igual que el armamento. 

La situación, por singular que parezca, no era tan inusual. La anécdota pudo estar inspirada en una acción protagonizada por el general Calixto García que tomó la ciudad de Holguín mientras se efectuaba una retreta y ordenó a sus hombres que se llevaran todos los instrumentos, con los cuales formaron una banda insurrecta.

Los jefes militares mambises, convencidos de la utilidad de las bandas musicales para el buen desempeño de la tropa y el mejoramiento de la calidad de vida en campaña, fundaron varias de ellas en los contingentes que ellos dirigían.

Estas agrupaciones ambientaban actos, interpretando himnos y marchas y amenizaban los momentos de ocio y esparcimiento de los combatientes.

Historiadores  y cronistas de la epopeya mambisa, como James J.O’Kelly (La tierra del Mambí) y Fernando Figueredo (La Revolución de Yara) , testimoniaron en su libros la solemnidad, el patriotismo y el ímpetu combativo que transmitían las bandas en actos y combates y la alegría y el disfrute si se trataba de retretas o bailes para festejar una victoria, agasajar a un jefe que llegaba a su campamento.

En carta del 21 de diciembre de 1872, el presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, relató: “…me recibieron con los acordes de una orquesta (…) Por la noche completó la obra con retreta  y baile…”.

Los instrumentos de viento –por lo general de metal– por su sonoridad aguda, eran recursos ideales para que el mando comunicara las órdenes a sus combatientes de forma audible y entendible en medio del tronar de las armas, el relincho de los corceles y el griterío de los hombres en batalla.

“La Bayamesa”, canto guerrero escrito  por Perucho Figueredo, devenido Himno Nacional, muestra el poder de convocatoria del clarín en uno de sus versos donde se exhorta a los bayameses a tomar las armas al sonido del instrumento: “Del clarín escuchad el sonido / ¡a las armas valientes corred!”).

Los llamados “toques“ de clarín, corneta o trompeta, eran melodías cortas que implicaban una señal militar o anunció de eventos de estricto cumplimiento.

Una de esas exigencias musicales era el “toque a degüello“, que ordenaba a las tropas entrar en combate sin pedir ni dar tregua ni cuartel. Generalmente este llamado anticipaba o iba acompañado de una carga al machete.

El referido fragmento musical fue obra de Eduardo Agramonte Piña y nació por orden del mayor general Ignacio Agramonte Loynaz .

El trovador Silvio Rodríguez destacó este costado de las habilidades guerreras del jefe agramontino en su canción “El Mayor“, al escribir: «Ordena a su corneta / Un toque a degüello».

Uno de los “toques a degüello“ más renombrados de la historia cubana fue la acción conocida como “El Rescate de Sanguily», protagonizada por el propio Agramonte, el 8 de octubre de 1871.

Otro fragmento de inspiración del músico-combatiente Eduardo Agramonte fue la “Diana Mambisa”. Este era  un toque de trompeta que anunciaba la hora de alerta para proseguir el camino o dar inicio a las labores del día. También se tocaba a las ocho de la noche, señalando la hora de descanso de la tropa.

Sirvan estas líneas para honrar a los músicos que “en la hora de arriesgarse o de temer se fueron tras el honor” y pusieron en alto la música cubana.

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