Nunca alguien fue tan exacto en describir los rasgos del proceso revolucionario, conquistas, valores y capacidad de cambio, como lo hizo Carlos Puebla (Manzanillo, 11 de septiembre de 1917 / La Habana, 12 de julio de 1989), quien a partir de este compromiso veraz y de excelencia musical con el incipiente sistema económico en Cuba, fue llamado El cantor de la Revolución.
En un armónico maridaje con la guitarra y teniendo como telón de fondo a Los Tradicionales, enarboló una cancionística cargada de criollismo y mensajes populares, propios de una etapa crucial en la historia de Cuba.
Textos profundos y alentadores, caracterizaron su narrativa, mientras su discurso rítmico en muchos casos se apropió de la décima para que cada palabra estuviera acompañada por una de las formas poéticas más gustadas por los cubanos y en general por los pueblos de habla hispana.
Queda como testimonio melódico el tema “Y en eso llegó Fidel”, un himno revolucionario que celebra la llegada al poder de Fidel Castro y el cambio radical que su liderazgo representó para Cuba, apoyado por una letra reflejo del fin de una era de explotación y desidia.
Carlos Puebla conoció el punto exacto de los intereses artísticos sonoros de los cubanos en correspondencia con los cambios necesarios en la Isla. Con Los Tradicionales cantó a los lideres revolucionarios y puso en contexto sus mayores atributos desde una plataforma alejada de adulaciones y culto a la personalidad.
Según el también trovador Frank Delgado: ‹Puebla hacía los solos de guitarra y la voz principal. Punteaba con una de esas púas que van en el dedo pulgar, que además daba un toque específico en los bajos›. Mientras que Santiago Martínez, solemne y exacto, tocaba la guitarra con parquedad y hacía la segunda del coro; en tanto Pedro Sosa, con un poderosísimo y depurado agudo, era toda una póliza distintiva junto a sus imperecederas maracas.
Además de Santiago Martínez y Pedro Sosa, Los Tradicionales se completaba ‹con un personaje quijotesco que tocaba la marímbula, instrumento de origen africano, que sustituyó a la botija en los grupos de son. Remataba su performance con una tapa de las antiguas latas de betún a modo de cencerro o a veces siguiendo los punteos de Carlos como en el caso de “La OEA es cosa de risa›“.
Carlos Puebla cultivó las formas más populares de la canción criolla: guaguancó, son, bolero, guajira, guaracha, las que representan paradigma autoral de este cantor de la Revolución. En cada uno de estos géneros prevalece la nota sensible, llegada de las calles, del central azucarero ya redimido, de las florecientes cooperativas, de los latifundios nacionalizados, de la transformación profunda, en una nación que por casi un siglo fue dependiente de Estados Unidos de Norteamérica y que de una vez y por todas había encontrado el camino de la libertad.