La jornada de homenaje por el Día del Educador (22 de diciembre) motivó a este reseñador un sucinto acercamiento a la labor pedagógica de los hermanos Carlos Alfredo y Augusto Eduardo Peyrellade.
Además de sus respectivas y notables trayectorias artísticas, ambos hermanos descollaron en la historia musical de la ínsula, por su dedicación al magisterio musical, continuando una tradición familiar.
Carlos Alfredo ejerció la docencia musical en 1891, consolidandose en el oficio a partir de la fundación del Conservatorio de Música y Declamación de La Habana en 1896. Le acompañó en este empeño su hermano Eduardo, que dirigió el plantel a la muerte de Carlos Alfredo. Su gestión al frente del prestigioso centro de enseñanza, le valió ser reconocido como “Decano de los maestros de piano“ y como “Insigne y Benemérito Pedagogo”.
En el Instituto fundado por los hermanos Peyrellade se formaron valiosos profesores de piano, solfeo y teoría musical. Al igual que en todos los conservatorios de la época, en éste se otorgaban grados académicos denominados “Títulos de Profesor”, una vez que el estudiante cursaba la totalidad del currículo artístico-musical de que se trataba.
El Conservatorio de Música y Declamación de La Habana, conocido en Cuba y el extranjero como Conservatorio Peyrellade, expandía entre su alumnado los conocimientos acerca de las materias que se impartían en la institución, que incluía elementos de solfeo y teoría musical, hasta las asignaturas de rangos metodológicos y las de carácter exclusivamente instrumentales (como por ejemplo el piano) que eran las más frecuentes.
Amerita destacar que en el listado de promociones del Conservatorio fue relativamente elevado el número de féminas que en él figuraban, lo que indica que sus gestores y directores situaron el énfasis en la definición de la pedagogía musical como conocimiento, remitiéndola así a los sujetos que la crean y la recrean, personas con cuerpo y sexualidad, y por tanto, a su entorno social, político y económico.
Una relación de las profesoras graduadas bajo la tutela pedagógica de los hermanos Peyrellade, prolongaría la extensión de esta reseña más allá los límites propuestos
Por esa razón preferimos remitir al interesado a la obra de Irina Pacheco: Imaginarios socioculturales cubanos, principalmente el capítulo 4, titulado “El Conservatorio de Música y Declamación de La Habana (Peyrellade) y sus frutos artísticos: una pedagogía renovadora“.
Para finalizar, propongo acompañar a la destacada investigadora antes citada cuando afirma: “la labor de los maestros Carlos Alfredo y Eduardo Peyrellade, su conservatorio y los frutos musicales que germinaron, nos demuestran que el progreso musical cubano estuvo signado por la capacidad organizativa y el entusiasmo de figuras prominentes interesadas en potenciar la cultura en el país y la sensibilidad artística con la magia de la creatividad“.
Por esta y otras razones, es lícito afirmar que los nombres de estos dos hermanos están inscritos en la historia de la pedagogía musical cubana.
Foto: Carlos Alfredo Peyrellade. Tomada de la Oficina del Historiador de Camagüey
