La sede de la casa productora Bis Music (Calle 21 entre E y F, en El Vedado habanero) devino punto de encuentro de amigos, familiares y admiradores de la obra del prolífico cantautor cubano Ángel Quintero (1956-2024). Allí tuvo lugar la presentación y escucha del CD Canción de luz / Homenaje a Ángel Quintero, grabado en los Estudios Ojalá y licenciado por el sello Bis Music.
Un fonograma para rescatar una obra
La audición del disco estuvo conducida por el músico y productor René Baños, director del reconocido grupo Vocal Sampling, quien subrayó el carácter entrañable y, a la vez, revelador de este homenaje discográfico.
El fonograma reúne diez temas y un bonus track, de la autoría de Ángel Quintero, con excepción de los temas 4 y 5 (Y busqué por pueblos y Rimas II y III), inspirados en versos de José Martí, lo que añade una capa de diálogo intertextual entre la trova contemporánea y la tradición martiana.
Baños recordó que la idea original del proyecto nació de Silvio Rodríguez, amigo y colega generacional de Quintero, quien impulsó la grabación de estas canciones en el estudio Ojalá en 2024, ya en la etapa final de la vida del trovador.
La producción musical corrió a cargo de la experimentada productora Ana Lourdes Martínez, mientras que la grabación, mezcla y masterización estuvieron en manos de la ingeniera de sonido Olimpia Calderón Arias, lo que garantiza un acabado técnico a la altura de la sensibilidad y la complejidad de las obras.
Un creador poliédrico
En su intervención, Baños describió a Angelito —como muchos lo nombran afectuosamente— como “un alma de bondad” enamorada desde temprano de la guitarra, la poesía, la canción y la experimentación.
Rememoró cómo Quintero asumió la trova como centro, pero siempre abierto a distintos formatos y lenguajes: desde cuentos infantiles y canciones de amor hasta incursiones en el pop con tumbado e, incluso, zonas cercanas a la ópera, sin perder un sello personal de hondura poética y juego creativo.
Baños evocó también la devoción del trovador por la amistad y el legado familiar, marcados por la influencia de sus padres en el amor por las letras, la historia y la educación.
Ese sentido casi radical de la lealtad y del afecto —a veces incómodo por su firmeza—, combinado con su rechazo al rebuscamiento y a la pose, se traducía en una manera de decir ideas complejas con una sencillez luminosa; cuando sus palabras no bastaban, eran las canciones las que terminaban por explicarlo todo ante sus contemporáneos.
De la insomniación utópica al rescate
El relato de Baños remite a las obras de la primera época de Quintero, aquellas que “hicieron época” y marcaron a más de una generación de cubanos, íconos de una etapa de bella ensoñación casi utópica.
Tras ese ciclo, el cantautor continuó sembrando —en Cuba y fuera de ella— la misma semilla de amor y amistad, aunque su labor no alcanzara siempre la visibilidad masiva de los años iniciales. La constancia, sin embargo, delineó una trayectoria coherente y profundamente ética, más allá de los vaivenes de la industria y de la moda.
En años recientes, narró Baños, el trovador pareció regresar “de un clima nublado” a un nuevo amanecer que iluminó su risa y su entusiasmo por crear, experimentar y compartir.
Durante las tertulias familiares contaba que su “estrella” seguía siendo “sabia, con B y con V”, en alusión a su compañera Estrella Díaz, a quien se agradeció de forma especial por ser “la magnitud fundamental” detrás de este libro sonoro que hoy se materializa en disco, gracias a un amor que fue también acto de rescate, salvamento y defensa de su obra.
El papel decisivo de Estrella y de Ana Lourdes
En esa evocación íntima, Baños recordó cómo Quintero bromeaba diciendo que Estrella lo había transformado “de lobo estepario a manso cordero”, aludiendo al giro afectivo y creativo de su etapa más reciente.
Esa complicidad fue clave en el ordenamiento de manuscritos, maquetas y grabaciones dispersas que hoy permiten entregar al público un fonograma orgánico, capaz de mostrar la plenitud de un creador que nunca dejó de trabajar.
Por su parte, la productora musical Ana Lourdes Martínez explicó que muchas de las canciones elegidas para Canción de luz eran prácticamente desconocidas, solo registradas en grabaciones caseras de pésima calidad, hechas con teléfonos u otros dispositivos improvisados.
Ese material, casi ininteligible en ocasiones, sirvió de base para que intérpretes, músicos y técnicos —desde el respeto y el profesionalismo— levantaran nuevas versiones donde se revelan con nitidez la armonía, los matices melódicos y la riqueza de arreglos que dormían detrás del ruido.
Angelito vuelve a cantar en Canción de luz
Una de las decisiones más emotivas del proceso productivo se concentró en el tema Canción de luz, pieza que da título al disco.
Ana Lourdes narró que, junto a Estrella, emprendieron la búsqueda de cualquier rastro de la voz de Angelito cantando ese tema. Solo apareció una grabación muy deteriorada, casi inescuchable.
Aun así, se arriesgaron a trabajar ese registro, limpiarlo y aislar la voz, convencidas de que no había mejor opción que sea el propio Quintero quien interpretara la canción que nombra el fonograma.
Una vez rescatada esa voz, el equipo decidió “arroparla” desde lo musical: se convocó a Carlitos Lage, quien aceptó de inmediato y grabó segundas voces que dialogan con el timbre de Angelito, potenciando la emotividad del corte.
En la versión final, Canción de luz presenta la voz principal de Ángel Quintero, la segunda voz de Carlitos Lage, arreglo de René Baños, piano de Malva Rodríguez y flauta de Niurka González, combinación que confiere al tema una atmósfera íntima y, al mismo tiempo, expansiva, como una despedida luminosa.
Una constelación de intérpretes
Durante la presentación, Baños agradeció en primer término a Silvio Rodríguez por la idea original del disco y por su participación como uno de los intérpretes vocales. A él se suman voces de referencia dentro de la canción cubana como Beatriz Márquez, Juan Carlos Pérez, Eduardo Sosa, Miriam Ramos, Leonardo García, Frank Delgado, Kiki Corona, Marta Campos, Heidi Igualada, así como Mayito Rivera y el propio Carlitos Lage, entre otros invitados. También agradeció a los instrumentistas y arreglistas de distintas generaciones, convocados según la naturaleza de cada pieza, lo que permite un abanico sonoro que va desde la trova más desnuda hasta texturas cercanas al jazz, al pop o a lo folclórico afro-cubano.
Esa diversidad, lejos de fragmentar el conjunto, refleja la versatilidad de la obra de Quintero y su capacidad para transitar géneros sin perder coherencia estética ni profundidad expresiva.
Páginas musicales memorables
Esta redactora considera que algunas de las páginas más hermosas y conmovedoras del CD son Canción sin pedigrí / Mi gallo pinto, donde se escucha el diálogo vocal entre Silvio Rodríguez y Ángel Quintero, verdadero puente entre generaciones y sensibilidades dentro de la trova.
Igualmente sobresale La historia del Panga, interpretada por Mayito Rivera junto al Coro Folklórico Nacional, pieza que enlaza la narrativa popular con una sonoridad ritual, que transita por la crónica social, sin renunciar al lirismo del autor.
La ya mencionada Canción de luz se erige como núcleo emocional del fonograma: en ella confluyen el rescate técnico de la voz de Quintero, la delicadeza de los arreglos, la complicidad de Lage y el tejido de las instrumentistas, configurando una suerte de testamento artístico donde se resume la sensibilidad del trovador.
Más allá de gustos personales, el disco en su conjunto funciona como una bitácora sonora del “Angelito menos divulgado”, ese creador real y profundo cuya pasión por el amor, la amistad, la familia, la cultura, la historia y Cuba encuentra ahora, por fin, un soporte discográfico a la altura de su leyenda íntima.
