Adriano Rodríguez: rumbero, trovador y más

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Una de las singularidades de la música cubana en su vertiente popular es la línea melódica conformada por dos voces, las cuales se nombran primera y segunda; esta última, la más compleja. Cuando hablamos de esta tipicidad hay que destacar a un cantante imprescindible: Adriano Rodríguez, uno de los mejores «segundos» de Cuba.

La rumba ha sido un elemento catalizador de nuestra cultura musical, al hibridar géneros que aún llevan sus fundamentos; la utilización de la voz solista y, en específico, los ancestrales coros de claves, son eslabones fundamentales en esa adaptación sonora hacia zonas trovadorescas, que podemos identificar incluso desde el primer bolero cubano reconocido, compuesto en 1883 por Pepe Sánchez y titulado Tristezas.

Como dato interesante debemos añadir que muchos han considerado (y me incluyo) que esta obra es a la vez nuestra primera canción trovadoresca, pues estilísticamente marcó líneas definitorias. Con la llegada del siglo xx, esa tendencia musical afianzaría sus recursos expresivos y marcaría, hasta hoy, la utilización de las mencionadas dos voces como un culto invariable de su entronización morfológica.

Adriano Rodríguez (27 de septiembre de 1924-23 de julio de 2015) nació en Guanabacoa, donde un entorno casi único le hizo converger con santeros, soneros, trovadores y compositores líricos, lo cual influyó notablemente en él. Se conoce que un cercano amigo de su familia y personalidad dentro de la música afrocubana, Alberto Zayas, director del grupo folclórico Lulú Yonkori, le invitó a formar parte de este para que hiciera coros y cantara como solista.

En ese mismo espacio sonoro, Adriano colabora con figuras como Fernando Ortiz, Odilio Urfé y Argeliers León, al formar parte de conferencias dictadas por ellos, lo que constituyó un camino de aprendizaje y de superación constante. Como muestra de su versatilidad, también trabaja bajo las tutelas de Gonzalo Roig y de Enrique González Mántici, figuras referenciales del arte lírico y sinfónico cubano, e incluso comparte escenario con Rita Montaner en varias oportunidades.

Su ductilidad artística no tiene límites e integra el Coro Polifónico Nacional en 1961, bajo la dirección de Serafín Pro (hoy Coro Nacional de Cuba), y mantiene sus trabajos trovadorescos con diversos artistas y formatos, entre los que destaca el grupo Trovadores Cubanos, en el que compartió junto a Guarionex Garay (uno de los hijos de Sindo), Dominica Verges y Octavio e Ismael Sánchez.

Pero, sin duda, una colaboración inesperada para muchos fue la que mantuvo durante más de 15 años –y hasta su muerte en 2015– con Edesio Alejandro, en la que Adriano mezclaba su potente voz de barítono junto a elementos electrónicos y de beat cubano diseñados por Edesio, rompiendo esquemas sonoros e incluso visuales: un añejo trovador vestido de blanco se fundía en la modernidad de estos tiempos al interpretar boleros, guarachas y sones con ribetes electroacústicos.

Adriano fue la esencia misma de un artista comprometido y cabal con su tiempo, sin temor a experimentaciones musicales de ningún tipo.

Fuente: Granma

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