Antonio Arcaño, revolucionario del danzón 

Antonio Arcaño

No es casual que al flautista y director de orquesta cubano, Antonio Arcaño Betancourt (La Habana, 29 de diciembre de 1911 / 18 de junio de 1994), se le considere revolucionario del danzón, si tenemos en cuenta su carácter innovador dentro del género. Fue parte de la apertura de una línea musical con la cual entraron en el medio sonoro cubano factores rítmicos, melódicos y armónicos que posibilitaron el posterior avance del género, llamado a partir de entonces de nuevo ritmo. 

Los danzones interpretados por Arcaño se caracterizaron por la presencia de melodías de elevada calidad y originalidad, apoyados por fragmentos sinfónicos y fracciones de jazz que enriquecieron el estilo músico danzario armónicamente. 

Este revolucionario del danzón tuvo contactos sonoros con Armando Romeu, su maestro de solfeo y teoría en sus inicios, así como con José Antonio Díaz Betancourt, en el aprendizaje de la flauta. Sus búsquedas para ampliar conocimientos, rodeado de parte de la avanzada musical de época, lo llevaron hasta los hermanos López (Pedro, Orestes y Coralia), y con el flautista Francisco Delabart, quienes fueron determinantes para el ulterior desarrollo de Arcaño como músico danzonero. 

Sus potencialidades interpretativas le posibilitaron que a principios de 1930 trabajara con la orquesta de la academia de baile Galatea, junto a Silvio Contreras; al tiempo que también le abrieron las puertas de la orquesta del compositor y pianista Armando Valdespí, hasta que a mediados de la década del 30 del pasado siglo pasó a la Orquesta Gris, del pianista y compositor de danzones, Armando Valdés Torres. A fines de 1935 el cantante y guitarrista Fernando Collazo fundó la orquesta Maravilla del Siglo, y nombró a Arcaño director musical de la misma. 

Con mayor madurez musical y un prestigioso nombre ganado por la calidad interpretativa, en noviembre de 1937, Arcaño fundó su propia orquesta, la que nombró La Maravilla de Arcaño. Integraron la nómina sonora: Antonio Arcaño, como director y flautista; Jesús López, ocupó el piano; Elizardo Aroche y Raúl Valdés, los violines; Israel López (Cachao), el contrabajo; Ulpiano Díaz, el timbal, y Oscar Pelegrín, el güiro. Fue una agrupación a la cual se sumaron con sus voces Miguelito García, René Márquez, René Álvarez, Gerardo Pedroso, Rafael Ortiz, apodado Mañungo, y Miguelito Cuní. 

Llegada la década del 40 La Maravilla de Arcaño cambió su nombre, asumiendo el patronímico de Arcaño y sus Maravillas. No solo cambió el nombre también sus conceptos interpretativos, pues se dedicó a tocar solo danzones instrumentales. 

Arcaño tuvo la visión de nuclearse de virtuosos que habían integrado la Orquesta de la Academia de baile Sport Antillano. Cada músico se destacaba por su genialidad y lograron un ensemble diferente para la época. Adoptaron el lema «un as en cada instrumento, y una maravilla en su conjunto», máxima muy a tono con la realidad. 

Las reiteradas presentaciones en la radio hicieron que todos la llamaran orquesta radiofónica, con un contrato exclusivo en la emisora Mil Diez. 

En su bregar armónico la orquesta popularizó versiones de muchas obras del repertorio sinfónico, internacional y aunque al parecer era algo inusual, las obras calaron en el gusto de los bailadores, si bien hubo temas de los cubanos Orestes López, y Dora Herrera  

La orquesta Arcaño y sus Maravillas tocó su último baile en Alquízar en 1958, pero Arcaño no se retiró del mundo sonoro en su totalidad, se dedicó a impartir clases de música en sindicatos obreros, escuelas de música y a formar nuevos intérpretes del danzón. También fue colaborador del Centro de Investigaciones Folklóricas que dirigía el pianista y musicólogo Odilio Urfé, y de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales, EGREM, hasta su fallecimiento en 1994. 

 

Autor