Una broma, un bombín y un danzón innovador

Orquesta Enrique Peña

En el espeso anecdotario de la música cubana existen se recogen situaciones humorísticas que han sido llevadas al pentagrama. Entre esas peripecias destaca la que sirvió de inspiración para nombrar “El bombín de Barreto”, por confluir lo anecdótico- simpático y el aporte creativo del autor, el músico José Urfé. Lo más sorprendente resulta, en este caso, que la pieza no se consagró como guaracha, género preferido de la picaresca criolla, y en su lugar lo hiciera en el serio y comedido danzón, máxime cuando era una obra carente de letra.

Fue en una época en que la producción espiritual del pueblo cubano pugnaba por mantener la representatividad de su propia identidad frente a la imposición de la cultura dominante con patrones estadounidenses. A comienzos del siglo XX el danzón era una se las armas musicales en esa porfía por salvaguardar nuestra identidad cultural.

Una de las orquestas danzoneras de la época era la de Enrique Peña, que en julio de 1910 emprendió una gira artística a Puerto Padre. En la nómina de esta agrupación figuraban Julio Barreto López (violinista) y José Urfé Gonzáles (clarinetista ), dos excelentes músicos involucrados en esta historia.

Cuenta el musicógrafo Ezequiel Rodríguez que Barreto era un individuo que cuidaba mucho de su apariencia personal, siendo muy atildado en el vestir, por lo que le preguntó a Urfé cómo vestían los lugareños y si usaban bombín, a lo que el madruguense contestó que usaban bombín desde la mañana a la noche.

Agrega el relator que Barreto emprendió el viaje llevando varios bombines, pero que al llegar al término municipal de Puerto Padre, el violinista comprendió que había sido embromado, ya que no vio en todo el pueblo ni un solo puertopadrense con bombín.

Al regresar a La Habana, la orquesta se presentó el 11 de diciembre de 1910 en la Sociedad Centro Familiar se Güira de Melena. Para la ocasión Urfé compuso un danzón. Al repartir los papeles de la nueva obra no puso el título a ningún músico, con la excepción de Barreto que tocó la pieza con entusiasmo sin darse cuenta del título.

La novedad musical fue del agrado de la concurrencia. El Alcalde, que se encontraba presente, inquirió por el título de la pieza, expresando la buena impresión, en especial su último trío, parte que sonaba diferente a todos los danzones que había escuchado. Urfé le recomendó que indagara con el violinista que era la persona que lo sabía. La sorpresa de Barreto fue mayúscula cuando dirigió la vista al papel y leyó: ¡El bombín de Barreto!

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