Merceditas Valdés: «La pequeña Aché»

Merceditas Valdés

En una emisión del programa de televisión, Juntos a las 9, en 1980, conversé por primera vez con La Pequeña Aché, Merceditas Valdés, sacerdotisa de la música afro en Cuba. Después lo hice en su momento más feliz, cuando alcanzó a recibir la Medalla de Oro Picasso y el Diploma de Mérito, en un acto efectuado en el Teatro Nacional de La Habana.

A 28 años de su desaparición física, vale recordar algunos momentos de aquel diálogo donde se evidencia el largo camino de una diva de la música afro, cuya carrera profesional se inicia en Radio Cadena Suaritos, acompañada por una orquesta dirigida por Obdulio Morales, otro de sus maestros, y con un grupo de tamboreros encabezado por Trinidad Torregosa.

“Trinidad era mi maestro en la música yoruba. Yo era la principal solista”.

En Radio Cadena Suaritos hizo el primer programa de música yorubá transmitido por una radioemisora, cada domingo a las siete de la noche, eso era en 25 entre 8 y 10, en El Vedado, por detrás de lo que hoy es el ICAIC. Obdulio Morales tuvo la audacia de agrupar una constelación de mujeres que trabajaban la música afro: Xiomara Alfaro, Juana Bacallao, Esther Valdés, Celia Cruz, Amelita Frades. El espacio de radio tuvo un éxito total, era la primera vez que se escuchaban los tambores batá por la radio.

“Era una novedad para mucha gente. En este país hay muchos amantes de lo afro. Este programa permitió que el gran Fernando Ortiz, en 1944, me centrara para  trabajar con él como ilustradora de sus conferencias e investigaciones. Yo fui la protagonista principal de sus exposiciones y el maestro calificó aquello como un documento etnográfico vivo. Tuvimos muchos seguidores y también muchos detractores; los prejuicios eran muchos”.

¿Entonces ya usted siguió por los caminos de la música afro?

Bueno, después de un  año que los detractores tumbaron el programa, en 1951, el compositor y director de orquesta, Enrique González Mántici, creó y dirigió el programa Rapsodia negra, que se transmitió por CMQ radio, con el propósito de que yo fuera la protagonista principal. Más adelante me llama Fernando Ortiz a través del músico Torregosa. Tuve que prepararme bien, este es un arte muy difícil de dominar; es una tradición de siglos.

¿Cómo fue esa llegada a la Universidad de La Habana, cuándo se realiza?

En 1954 Fernando Ortiz me presenta en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, con los tambores, y auspiciada por la Sociedad Pro-Arte Musical, emprendemos una gira con este por todo el país, ilustrando sus conferencias.

¿Ahora hagamos un retroceso en su vida para saber cómo llega a la música afro?

Nací el 24 de septiembre de 1928, día de la Virgen de las Mercedes, en el barrio de Cayo Hueso, zona muy musical. En mi casa sonaban rumbas, mi papá era cantor del coro de clave y guaguancó llamado Los Roncos de Ignacio Piñeiro, el más grande del son habanero. Pero, en mi casa no querían artistas, consideraban que andaban en lo más malo, había muchos prejuicios. Pero, yo nací para la música, el baile, lo afro, me escapaba para unos ensayos, al lado de mi casa, con el grupo del músico y compositor Bienvenido Julián Gutiérrez.

Allí me relacionaba con la música, las claves, el son y la rumba. Un tiempo después, Enrique González Mántici, prepara un programa de radio llamado Rapsodia negra y yo participo en el proyecto. Allí conocí a la famosa Rita Montaner.

¿Se presentó alguna vez en la competencia de canto de la Corte Suprema del Arte?

Con sólo doce años, me inscribí, eso era en Monte y Prado, y gané con el afro de Margarita Lecuona Babalúy La negra Mercé, afro de Ernesto Lecuona. No me tocaron la campana y gané el primer premio; ya sabía que podía seguir en la música.

¿Cuáles fueron los siguientes pasos de Merceditas?

Me fui relacionando con la emisora Mil Diez del Partido Socialista Popular; después llego también a Radio Cadena Suaritos.

¿Esa es la etapa de los cabaretuchos de la Playa de Marianao?

Esa es la etapa, había que hacer algo para ganarse la comida, mi mamá me acompañaba a todo eso. Los cabaretuchos de la Playa de Marianao eran el inicio de muchos músicos que comenzaban por abajo hasta llegar a algo mejor. Pero, aquello era una escuela, había que hacer música auténtica y, para que tú veas, iban muchos turistas a ver esa autenticidad, a ver tipos como el percusionista El Chori, un verdadero espectáculo, en el cabaret La Choricera.

¿Entonces, cuándo llegan los triunfos internacionales en grande?

Eso es en la década de 1950, en el primer concierto de música afro con una orquesta de ochenta músicos dirigida por Gilberto Valdés. Se presentó en los inicios de la televisión, en un largometraje llamado Yamba´o, que dirigió el Indio Fernández, de México. Emprendimos un viaje nada menos que al teatro Carnegie Hall de Nueva York, lo más grande en aquel momento. Logramos un lleno completo a más de veinte dólares. Éxito completo. Y, para rematar, nos presentamos en la meca del teatro negro de Harlem, en el Apolo.

¿Hizo algo con Ernesto Lecuona?

Lecuona entendía el mundo afro, me llevó a la televisión, con su propia orquesta, a un programa llamado Serenata cubana y en otro espacio que titulaban Pulpo verde.

En la última etapa Merceditas estuvo con el grupo Oru, junto a Sergio Vitier y Rogelio Martínez Furé. En 1987 recibió el Premio Egrem por el disco Aché, dedicado a Torregosa, Fernando Ortiz y Jesús Pérez. 

El último grupo que la acompañó fue Yoruba Andabo, con los que se presentaba en la Quinta de los Molinos, donde los disfrutamos muchas veces.

El 13 de junio de 1996 falleció en La Habana Merceditas Valdés, considerada por muchos como una de las más importantes intérpretes de la música folklórica cubana de ascendencia afro.

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