En el verano de 1978, coincidiendo con el Onceno Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, los cubanos tuvieron el placer de ver por primera vez en sus pequeñas pantallas uno de los espectáculos musicales más reconocidos en la historia de la televisión de los últimos años: el Festival de Música Cubana Adolfo Guzmán.
Tal evento fue una forma melódica de rendir tributo a quien se erigió como uno de los grandes del pentagrama nacional, autor de las icónicas ʺLibre de Pecadoʺ y ʺNo puedo ser felizʺ. Me refiero al compositor, pianista, arreglista y director de orquesta, Adolfo Guzmán.
Para rememorar aquel suceso cultural acudí al maestro Miguel Patterson Meriño, amigo y discípulo de Guzmán, fundador del certamen y su presidente desde 1978 hasta 1988, y quien, además, se mantiene ligado a los espectáculos televisivos. Con memoria fotográfica, recordó cada detalle de los inicios y desarrollo del acontecimiento:
«Surgió motivado por un desacuerdo de los autores cubanos con el tratamiento que les daban en los festivales del creador musical, no se cumplía con las grabaciones de los temas seleccionados y no se difundían las obras. Alberto Vera, director de música de la radio y la televisión en el país, en esa etapa, planteó la situación al ICRT y al Ministerio de Cultura y un año después se nos dio luz verde para efectuar un evento que cumpliera con las expectativas de los creadores».
¿Cómo fue el proceso organizativo del primer evento?
El maestro Adolfo Guzmán y yo comenzamos a hacer las bases para un festival que se llamaría Mariposa, el nombre no nos gustaba, pero aceptamos por disciplina. Sin embargo, a la sazón de los preparativos, murió Guzmán y entonces decidimos poner su nombre al nuevo acontecimiento sonoro. Pasé entonces a presidente, director musical, y vicepresidente del comité organizador, de lo que se conoció: como Primer Festival Adolfo Guzmán. La premier tuvo lugar en 1978, pero al coincidir con el Onceno Festival de la Juventud y los Estudiantes, decidimos dedicarlo a los jóvenes. Ese año la mayoría de las obras recibidas estaban dedicadas a la juventud, de hecho, la canción ganadora, de Marta Valdés, se llamó ʺCanción eterna de la Juventudʺ.
¿Desde sus inicios se concibió como concurso?
Siempre se pensó en hacer un certamen competitivo nacional en el que participaran las mejores composiciones. Aquello fue una locura, hubo momentos en que recibimos cuatro mil obras, lo cual exigía del jurado un esfuerzo sobrehumano. Dos años después logramos hacer los “Guzmancitos”, eventos realizados en cada provincia, donde el jurado de allí seleccionaba diez o doce obras que enviaban aquí al Festival Nacional. Con esta, estrategia, logramos reducir la cifra de obras a mil doscientos, y entonces el trabajo de selección se hizo con mayor comodidad, rigor y calidad. Siempre hubo concursantes de todas las provincias, pero cuando esto no ocurría, se enviaba un cantante de ese territorio a La Habana, para que participara como invitado, con la finalidad de que cada demarcación se sintiera representada.
¿Quiénes integraron el jurado en esos primeros años?
Era una constelación de estrellas, estaban los maestros Rafael Somavilla, Tony Taño, Félix Guerrero, Rolando Baró y Osmundo Calzado. Todos, figuras de máximo nivel, excelentes compositores y directores de orquesta, arreglistas, aunque el jurado no era inamovible, pues cada año incorporábamos nuevas figuras de diferentes regiones del país.
¿Qué rol jugó la televisión cubana en este concurso?
Primero, esto fue un evento de la televisión cubana, pagado por ella, por tanto, era la máxima responsable de todo lo acontecido. La televisión confeccionaba el vestuario de solistas y agrupaciones, se ocupaba del avituallamiento de los participantes y de la escenografía. Para la parte escenográfica se convocaban concursos, y las propuestas que mejor se adecuaran a los intereses del certamen se llevaban a escena. De igual manera los directores artísticos de la televisión eran los encargados del espectáculo. Se escogieron los mejores en aquel momento. Hablo de Manolo Rifat, Pedraza Ginori, su esposa Loly Buján, Figueredo Doncel y Cáceres Manzo. Eran profesionales caracterizados por un absoluto rigor a la hora de trabajar. En el proceso de producción estábamos alrededor de diez días en el teatro, al tanto de cada detalle, para que todo saliera a la perfección.
¿Cuántos jóvenes tuvieron la oportunidad de darse a conocer a través del Guzmán?
Cada día se desarrollaba una gala dedicada a una personalidad, o a un ritmo, y ahí estaban los jóvenes defendiendo las creaciones. La cantidad era enorme y lo más importante es que muchos de ellos resultaron figuras notables del mundo de la canción, algunos no están en Cuba, otros sí. En esa lista están Miguel Ángel Céspedes, las hermanas Nuviola, Paz Luaces, Enriqueta Hernández y Sergio Farías; este último alcanzó su máxima popularidad en un Guzmán, deviniendo en uno de los intérpretes más solicitados por los cubanos.
¿Qué elementos se tenían en cuenta para la selección de las obras?
Eran varios: la melodía, el concepto armónico, la coherencia del texto, el esquema de la canción, que debía tener exposición, desarrollo, conclusión y final. Para mostrar lo que se buscaba, utilizamos como canción tipo el tema de Adolfo Guzmán ʺNo puedo ser felizʺ, pues reúne los parámetros imprescindibles de una canción.
¿Por qué se dice que el Adolfo Guzmán fue el espacio musical más espectacular de la televisión cubana?
Después del Guzmán, con todo el respeto, no hubo otro que lo supliera. El Adolfo Guzmán fue el evento musical más espectacular realizado en Cuba, porque, además, de la belleza en todos los órdenes, y la organización, se hizo con música e intérpretes cubanos, con un alto nivel de minuciosidad. En él se tenía en cuenta la obra, pero también se hacía un análisis exhaustivo para determinar quién estaba mejor capacitado para interpretar uno u otro tema. Al principio hubo varias discusiones porque los compositores querían decidir quiénes defenderían sus composiciones. Pero eso lo dispuso también el jurado.
¿Cuánto aportó este concurso a la consolidación de la música cubana?
Lo relacionado con el número y trascendencia de las obras, la mayoría de estas autorías fueron hit. Ejemplos fehacientes son los temas: ʺQuisiera ser el niño aquelʺ, interpretado por Sergio Farías; ʺTú eres la música que tengo que cantarʺ, por Pablo Milanés; ʺAquí no se rinde nadieʺ, por el grupo Manguaré, y ʺCalle Enramadaʺ, de Adalberto Álvarez; todos ellos productos del Guzmán. Eran canciones de autores cubanos, defendidos por cubanos y relacionados con asuntos inherentes a nuestras realidades, lo mismo amorosas, patrióticas, festivas o sociales. Esto fue una parte significativa de lo que el Guzmán nos legó.
¿Considera Ud. que el Guzmán, como festival de música, rompió paradigmas?
Pienso que sí, porque con él se pusieron en marcha estrategias de votación popular, que nunca antes se hicieron. Llegamos a computarizar más de seis millones de votos. Logramos que el Estado cubano nos permitiera echar a andar el sistema de votación utilizado en el país para las elecciones. Se utilizaron palomas mensajeras para los lugares más intrincados donde los lugareños veían el programa. Hablo de zonas de la Sierra Maestra, y de las montañas del Escambray. Fue algo nunca antes visto en la historia de los espectáculos televisivos en el país, y eso sin dudas, es hacer cultura, romper paradigmas y consolidar nuestro patrimonio sonoro.
Usted, que fue en el Concurso Adolfo Guzmán uno de los pilares, ¿cuánto le aportó en el plano profesional?
Desde mis inicios tuve la suerte de trabajar mucho, pero desempeñarme en el Guzmán, junto a todas las figuras mencionadas, me dieron la posibilidad de aprender muchísimo, profesional y humanamente. Eran muchas horas de entrega y cuando terminaba el evento, al día siguiente se hacía un almuerzo para los finalistas, se les entregaba un reconocimiento, y ahí mismo, se convocaba, para una semana después reunirnos y comenzar a preparar el próximo evento. ¿Qué te parece?… Solo cinco días de descanso, entre uno y otro festival. El festival también me permitió un acercamiento a los mejores cantantes, arreglistas y músicos de todo el país. Gracias a él, tuve la dicha de trabajar con el trompetista Félix Chapottín, con el pianista Rubén González, con el saxofonista Enemelio Jiménez y con el bajista Rafael Sánchez, todos de primer nivel, ellos enchufaron elevado prestigio al programa.
Muchos aún recuerdan el Guzmán, con deseos de que regrese a la pequeña pantalla. ¿Existe alguna posibilidad?
Pienso que sí, pero se debe trabajar con deseos y en detalle, además, sería un merecido reconocimiento al maestro Adolfo Guzmán, gloria de nuestro país y el único Héroe de la República de Cuba, dentro de la música nuestra.