En la playa de Siboney, cerca de Santiago de Cuba, el 18 de noviembre de 1907 nació Máximo Francisco Repilado Muñoz, quien el mundo llegaría a conocer como Compay Segundo. Desde niño, la música lo llamó: clarinete, guitarra, el tres cubano y más tarde inventaría su propio instrumento, el “armónico”.
Su camino musical fue una plegaria de cuerdas, voces y sones que trascendieron lo local para volverse universal. En los años cuarenta formó el legendario dúo Los Compadres, junto a Lorenzo Hierrezuelo, y su alias Compay Segundo emergió de manera entrañable: él, la segunda voz, “Segundo”, su amigo “Primo”, como signo de complicidad musical.
La fama mundial le llegó tardíamente con su participación en el proyecto Buena Vista Social Club en 1997, que lo catapultó a escenarios inimaginados. Compositor de canciones que hoy palpitan en el aire (como “Chan Chan”), su guitarra, su tres y su voz grave susurran historias de tabaco, mar, barrio y humo.
El 14 de julio de 2003, en La Habana, Compay Segundo emprendió su último viaje a los sonidos que él ayudó a definir. Pero su legado permanece resonando: en cada acorde, en cada surco de vinilo, en cada canción que quiere contar Cuba y su melancolía alegre. Su vida nos recuerda que la música es un puente entre lo humilde y lo eterno, entre la cuerda rasgada y la sonrisa del que baila.
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