En el corazón de la música cubana late un nombre imprescindible: Ñico Rojas. Fue un creador único que, sin estudios académicos convencionales, abrió caminos insospechados en la guitarra al fundir la tradición clásica con la riqueza popular de la mayor de las Antillas.
Su obra, compleja y a la vez profundamente emotiva, sigue resonando en las manos de nuevas generaciones de guitarristas que lo honran como maestro y visionario.
Nicolás Rojas Lay es el nombre del conocido Ñico Rojas (La Habana, 3 de agosto de 1921 – 22 de noviembre de 2008) fue un guitarrista y compositor que marcó un antes y un después en la música cubana.
Fundador del movimiento del filin en los años 40, combinó su amor por Chopin y Beethoven con el vibrante arte sonoro de la mayor de las Antillas, mientras creó un estilo personal lleno de innovadoras y sorprendentes armonías.
Aunque ingeniero hidráulico de profesión, el virtuoso nunca abandonó la guitarra ni la composición. Muchas de sus piezas, dedicadas a familiares y amigos, son monumentos de afecto y un desafío técnico para cualquier intérprete.
Obras como “Guajira a mi madre” y “Mi ayer” resultan parte esencial del pentagrama criollo, interpretadas por destacados concertistas.
Su legado fue rescatado y preservado gracias a su hijo Jesusito y al trabajo de transcripción de músicos como Martín Pedreira, para asegurar que la voz de Ñico Rojas siga viva en cada cuerda, nota y corazón que escuche sus melodías.
Foto: Tomada de Radio Metropolitana