Por: Guille Vilar
Es probable que muchos de nuestros lectores, en especial los más jóvenes, relacionen a Adolfo Guzmán tan solo con el nombre del afamado concurso de la canción auspiciado por la Televisión Cubana. Pero se trata de uno de nuestros músicos más relevantes del siglo XX.
Ya fuera como pianista, director de orquesta, arreglista o compositor, Guzmán reflejaba la capacidad inherente a todo prodigioso creador cuyo talento no deja de sorprendernos. Precisamente, por su inusual integralidad profesional lo mismo dirigía la orquesta Riverside que el cuarteto Los Modernistas; a la vez que dominaba con maestría el manejo de agrupaciones instrumentales tan diferentes entre sí como es el caso de una banda de jazz y una orquesta sinfónica.
Pero en lo que realmente apreciamos la hondura de su legado es en su desempeño como compositor. Pocos músicos han sido capaces de moverse en un contexto autoral tan abarcador y diverso como lo hizo Guzmán, al escribir tanto obras de ballet como tangos, vals, himnos, lamentos y, sobre todo, canciones; marcadas éstas por la singular belleza melódica y el nivel poético de las letras.
Entre los títulos que más sobresalen de estas canciones se encuentran “No puedo ser feliz“, “Libre de pecado“ y “Profecía“; temas memorables que fueron inmortalizados por intérpretes de la estatura artística de Esther Borja, Ignacio Villa, Rosita Fornés y Beatriz Márquez, entre otros. Incluso hasta se le considera como un puntal en el desarrollo del filin, por las modernidades melódicas y armónicas, con el sello característico del movimiento, presentes en sus temas; connotación que la prestigiosa musicóloga María Teresa Linares resalta, al reconocerle su capacidad para apropiarse de los elementos típicos de la canción tradicional, y presentarlos actualizados para su tiempo.
Sin embargo, corresponde a Juan Blanco, figura imprescindible de la música electroacústica en nuestro país, entregarnos una definición raigal de Guzmán cuando afirma que «la identidad nacional, en su forma más depurada, está presente en toda su obra. La cubanía de Guzmán viene de adentro hacia fuera. Está incorporada en él, en el individuo».
Su obra representa una insoslayable confirmación de cómo es posible trascender honrosamente en la memoria de la nación a partir de una calidad artística excepcional. Con toda justeza, le fue concedida post-mortem la condición de Héroe Nacional del Trabajo; sin lugar a duda, es uno de los héroes de nuestra cultura.
Fuente: Granma