Silvina Fabars, la llamada Diosa de ébano del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, falleció recientemente y nuestra emisora la evoca a través de la entrevista que le realicé hace algún tiempo.
Fue una típica cubana hecha de humildad, constancia, energía y musicalidad. Con más de 80 años de edad, acumuló historias, reconocimientos, pero, fundamentalmente, alegrías, no solamente por continuar bailando para sus discípulos, también por ver a su hijo convertido en otro gran bailarín.
¿Cómo le llegó el arte habiendo nacido en un lugar distante del mundo del espectáculo?
Así es, nací en una tierra de hombres y mujeres pobres, pero muy educados y bravos para luchar por sus derechos. Palmarejo pertenecía al legendario Realengo 18 (ubicado en la zona oriental de Cuba), y en mi familia, aun sin grandes recursos, había que ir a la escuela. La música tampoco faltaba allí, por eso cantar y bailar, mientras alguien tocaba una guitarra, era normal para mí.
¿Aquellos años duros de la infancia cobran vida en algunos de sus bailes afrocubanos?
Cuando comencé en el Conjunto Folklórico con los grandes maestros, nunca imaginé que las canastas que muy joven cargué sobre mi cabeza para transportar diferentes piezas, me entrenarían para la estabilidad requerida como bailarina. Al llegar a la compañía cantar era mi vida. Pero un accidente puso fin al sueño. Tuve que recomenzar con otra idea, la de aprovechar una figura esbelta y una mente fuerte para forjarme como lo que soy. No sabía nada de danzas afrocubanas, en la región donde nací no se conocían. Así que me hice en el fuego de jornadas interminables, muchas veces dolorosas. Nunca me rendí y si miré para atrás, valiosos profesores como Luisa Barroso, Nieves Fresneda, Zenaida Hernández, Emilio O’Farril, y Santiago Alfonso, me ayudaron a no cejar en mi empeño.
Usted ha sido reconocida como profesora en Cuba, Japón, Inglaterra, Venezuela, Rusia, ¿qué elemento común emplea para alumnos de lugares tan diferentes?
Trasmito las especificidades de las danzas, tanto prácticas como teóricas, para que todos comprendan, porque cada deidad representada en los bailes conlleva historias y movimientos propios. Pero la gestualidad es clave al interpretar lo cubano. La escuela nuestra, sin importar el género bailable, tiene un ritmo que atrapa.
Esta diosa de ébano, nombrada así por sus compañeros del Conjunto Folklórico Nacional, interpretó piezas de todos los coreógrafos de la compañía y ahora trasmite sus conocimientos en escuelas de arte dentro y fuera del país. Así continuó su existencia ejemplar Silvina Fabars, como cubana que unió talento y sensibilidad a favor del arte y la pedagogía.
Foto: Tomada de Granma