Los increíbles sueños de un niño de la provincia de Matanzas no solo se cumplieron, también dieron gloria a su hermosa isla.
Desde el pupitre del aula la imaginación del infante cubano corría tras el sonido de instrumentos que cargaba en una agrupación a la cual se vinculó. Y es que su nacimiento en 1887 había marcado para crecer con la música al pequeño José Manuel Aniceto Díaz.
Talento y carisma prodigaron al adolescente que aprendió el arte de las fusas y corcheas, aunque su economía lo obligó a formarse como sastre.
A los quince años de edad sustituyó a su maestro en la orquesta del célebre creador del danzón, Miguel Failde, en tanto sus estudios de flauta y piano le permitieron mayor alcance, incluso como compositor.
Era relevante tan novel figura entre los consagrados a su alrededor, su nombre descollaba con los primeros temas de su autoría y en 1914 fundó su propia orquesta.
Ya el baile nacional, en auge hasta entonces, había encontrado otra variante criolla que despegaba, pues el son tenía muchos adeptos y surgían formatos diferentes de tal género.
Por si fuera poco, empezaron a difundirse ritmos procedentes de Estados Unidos, como el jazz y el Charleston. Para el joven músico matancero la realidad era que el danzón perdía esplendor y su agrupación necesitaba seguir ganando popularidad.
Muy rápido reajustó lo conveniente para introducir elementos del son en el estilo de su orquesta y trajo al mundo un nuevo ritmo: el danzonete.
En 1929 Aniceto Díaz estrenó en su tierra natal el primer título de su gran aporte al pentagrama cubano. «Rompiendo la rutina» logró un éxito total, al introducir un cantante, además de sustituir el montuno por una guaracha.
Múltiples piezas de aquel género tienen su firma y varios cantantes hicieron suyos tales temas, no obstante, nadie como Paulina Álvarez con su inigualable voz dio brillo al danzonete.
Si bien es cierto que el formidable ritmo encumbró mundialmente a su creador, con el tiempo otras variantes sonoras atenuaron su auge, pero nunca perdió el puesto entre lo mejor de la música criolla y tampoco Aniceto Díaz, quien el 10 de julio de 1964 desde esta ciudad partió a la inmortalidad como gloria de Cuba.