Roldán, un imprescindible

Amadeo Roldán

El movimiento vanguardista musical en Cuba durante la primera mitad del siglo xx tuvo dos afluentes fundamentales: Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán. En ellos podemos notar un desarrollo singular de elementos raigales, en cuanto al abordaje de motivos y referencias específicos de la nacionalidad cubana, aunque ambos las complejizaron de maneras distintas.

En el caso de Roldán, fueron fundamentales su nacimiento en París (12 de julio de 1900) y sus primeros contactos con la música en una urbe que respiraba aires de modernidad, luego del intenso periodo romántico con grandes aportes morfológicos venidos de genios como Franz Liszt, Federico Chopin, Félix Mendelssohn o Héctor Berlioz.

El joven músico realizó estudios de composición, violín y armonía en Francia, y luego en otros conservatorios europeos. Incluso, ganó el Premio Sarasate en España, en su edición de 1915; certamen que buscaba incentivar a los alumnos que cursaban estudios superiores en instituciones de ese país, y que le permitió, además, integrar la Orquesta Filarmónica de Madrid como violinista.

Alternando su carrera como instrumentista, Roldán ya mostraba sus motivaciones autorales, y un año después compone su Suite en Sol Mayor, obra que, aunque dista conceptualmente de su profunda producción vanguardista posterior a 1920, exhibía sin duda las inquietudes formales de un adolescente de talento desbordante.

Precisamente –y avalado por sus éxitos en Europa– es que por esta fecha se muda de forma definitiva para La Habana, se integra rápidamente al efervescente mundo musical y artístico de la capital cubana, y asume una extraordinaria y fecunda labor como profesor de música en el antiguo Conservatorio Municipal de Música de La Habana (hoy lleva con orgullo su nombre), en el que tuvo, a su vez, varios alumnos; quienes, en los años siguientes, serían la vanguardia de la segunda mitad de siglo. De esta etapa sobresalen dos puntales indiscutibles de la música cubana: Harold Gramatges y Alfredo Diez Nieto.

Amadeo Roldán nunca se apartó de su carrera como violinista y, a la par de su labor compositiva, integró varias orquestas, entre las que destacó la Sinfónica de La Habana, en la que pudo conocer, interactuar y tener una amistad profunda con Gonzalo Roig.

Ahora bien, hay varias aproximaciones que definen a Roldán como el pionero del arte sinfónico moderno en Cuba, así como el primer músico de la Isla que incorporó instrumentos afrocubanos a sus obras. Sin embargo, más allá de esas definiciones –que musical e históricamente son válidas– considero que deben tomarse otros conceptos para definir su grandeza musical, pues existen líneas muy similares entre el papel innovador que tuvieron Roldán y Caturla y el matiz de afrocubanía que sellaron en sus obras.

Circunscribirlo tan solo a esos dos elementos puede impedir comprender cabalmente su grandeza como autor o a confundir los estilos, en una u otra dirección, de ambos creadores, cuyas elocuentes narrativas sobre un mismo fenómeno de transculturación se diferencian en las maneras de hilvanar la idea sonora.

Fuente: Granma
Foto: Archivo de Granma

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