La contemporaneidad ha hecho que algunas dinámicas y modos de consumo de la música estén casi en desuso, y el de la lectura ha sido afectado en gran medida. No es un fenómeno local; en el camino –hasta ahora aparentemente irreversible– hacia lo virtual, se encuentra gran parte del planeta, aunque existen excepciones y otros senderos paralelos.
Valiosos espacios de interés han desaparecido, y con ellos diversas revistas o magazines que partían de una amplia zona, desde el ocio hasta la mirada académica, y se mantenían a flote en el gran ecosistema editorial internacional. Las reglas cambiaron, y ahora el mainstream de la industria toma las riendas para sentenciar que las personas deben escuchar más y leer menos.
Algunos espacios lograron migrar hacia lo digital, con la consabida reestructuración del lenguaje y exponiéndose más a la piratería. Así pudo conservarse no solo un importante número de lectores, sino también una herramienta necesaria de debate y promoción musical.
En nuestro entorno, la crisis económica iniciada con el Periodo Especial, que impactó directamente en la arista editorial por la escasez de tinta, papel y otros insumos, hizo que lo logrado hasta ese momento sufriera un fuerte descenso. Revistas, cancioneros, libros, afiches, partituras, discografía, programas de mano y todo lo inherente a la música desde el universo del papel desapareció casi en su totalidad, y dejó un gran vacío en el público nacional.
Años más tarde, lograron recuperarse algunas revistas y otros espacios: podríamos definir ese momento como un verdadero oasis de creación para consagrados y también jóvenes, con una incidencia inobjetable en los acercamientos diversos que nuestra música necesitaba. Grandes autores y nombres como Danilo Orozco, Leonardo Acosta, Harold Gramatges, Teté Linares, José Loyola, Radamés Giro, Leonardo Padura y muchos más, retomaban el hilo editorial interrumpido, para regalarnos interesantísimos enfoques sobre los procesos musicales cubanos e internacionales, ya fuera con abordajes críticos, informativos o cronicados.
Revistas como Tropicana Internacional, Música Cubana, el Boletín de Música de Casa de las Américas, Clave o Salsa Cubana, cada una con sus peculiaridades y acercamientos específicos hacia diversas formas y zonas musicales, convivían en franca levitación temática, y le proponían al lector variopintas miradas.
Los retos de hoy día son muchos, y no solo los que conciernen a la arista conceptual de la música, sino también aquellos que influyen, en cuanto a solvencia, en su desarrollo.
Es comprensible que con lo poco que se cuenta se priorice, por ejemplo, la compra de instrumentos y accesorios para las escuelas de música; así como también es loable el hecho, casi mesiánico, de las instituciones por tratar de preservar, dentro de lo posible, algunas modestas ediciones o pequeños boletines en festivales y eventos.
Tal vez apostar por el mundo virtual, con ideas renovadas y la presencia de valiosos especialistas, pueda seguir aportándole al estudio de nuestra música.
Fuente: Granma