El trovador Silvio Rodríguez Domínguez, como se sabe, llegó al mundo por una puerta abierta en San Antonio de los Baños en 1946, por donde corre el río Ariguanabo, en la actual provincia de Artemisa. En ese entonces, era una villa prácticamente desconocida en el planeta, que un día ganó espacios en los informativos del continente, cuando su base aérea fue atacada por aviones estadounidenses procedentes de Nicaragua, camuflados con insignias de la incipiente fuerza aérea cubana.
Fue el 15 de abril de 1961. Silvio era por aquellos días un secundarista de apenas 14 años de edad, que por razones lógicas adolecía de un conjunto de habilidades y saberes necesarios para afrontar los retos y encarar la vida, pero que, ante este inesperado suceso, devino hombre de “un día para otro”. La respuesta del joven fue acertada. Junto a otros condiscípulos se organizaron en una suerte de milicias estudiantiles para proteger las áreas del centro escolar.
El criminal bombardeo a los aeródromos de San Antonio de los Baños y de Ciudad Libertad y el aeropuerto de Santiago de Cuba, acontecidos el mismo día, fue el preludio de la invasión mercenaria, como denunció Fidel en el sepelio de las víctimas del taimado ataque.
Precisamente, “Preludio” fue el título de la canción que unos años más tarde escribiera el ariguanabense, dedicada a la victoria de Playa Girón, la primera derrota del imperialismo yanqui en América. Esta canción es una parábola que hace un poco la comparación del suceso, con un tornado. Se refiere a la vieja creencia campesina de que con unas tijeras se cortaban los tornados y que otros adultos mayores rezaban para que se fueran los tornados. Por eso en un pasaje de la pieza musical se dice: “guárdate tu oración amigo viejo” e invoca a Peralejo, una de las victorias militares y políticas del Ejército Libertador en la Guerra Necesaria y que de acuerdo con el cantautor “nos viene mejor”.
Hay varias y bellas metáforas que muestran al poeta en toda su estatura artística. Como cuando escribe “El aire toma forma de tornado y en él van amarrados la muerte y el amor”, que alude a la batalla del pueblo contra los mercenarios, donde hubo muertes, pero sobre todo mucho amor a la patria, a la Revolución. O cuando afirma: “Una columna oscura se levanta y los niños se arrancan los juegos de un tirón”, en la que reitera esa imagen que se remite a los niños que, como él, se convirtieron en hombres de la noche al día.
Antológica resulta ser la siguiente imagen: “Nadie se va a morir, menos ahora que esta mujer sagrada inclina el ceño”. Indudablemente, aquí la Patria es esa “mujer sagrada” y la frase reafirma la voluntad de defender la libertad y la soberanía alcanzadas. “Con Patria se ha dibujado / el nombre del alma de los hombres / que no van a morir”, afirma Silvio, sobre todo ahora que su canto es “nuestro canto”, donde hablará alto y claro “la fértil puntería”.
Razón tuvo el cronista Rafal Lam al juzgar a “Girón. Preludio” como «una obra de rara belleza», ponderando no solo su letra, también, su música que «es embrujadora, con una orquestación y un acompañamiento musical casi mágicos».
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