Hay nombres que, como una melodía, se vuelven inseparables de una nación. Miguel Faílde es uno de ellos: el músico que, con oído atento y manos de maestro, condensó ritmos populares en una forma nueva —el danzón— y puso a toda Cuba a bailar con otro paso, otra elegancia y otra alma.
Nacido el 23 de diciembre de 1852 en Guacamaro (parroquia de Caobas), en la occidental provincia cubana de Matanzas, Miguel Ramón Demetrio Faílde Pérez falleció el 26 de diciembre de 1921 en su ciudad natal, donde fue enterrado en la Necrópolis San Carlos Borromeo.
Hijo de Cándido Faílde, inmigrante gallego, y de Justa Pérez, mujer mulata de Matanzas, recibió las primeras lecciones de música en su entorno familiar; de niño tocó cornetín y pronto demostró facilidad para diversos instrumentos y la composición. En 1871 organizó su propia orquesta —la Orquesta Faílde— que durante décadas devino en referente local y vehículo para estrenar sus creaciones.
En 1879 presentó en su provincia la pieza “Las alturas de Simpson”, considerada por muchos historiadores como el primer danzón reconocido y la semilla de todo un género que más tarde sería declarado baile nacional. La pieza y su estreno marcaron el paso del baile de salón anterior hacia una expresión que articuló síncopas criollas, el uso del cinquillo y una estructura instrumental que la convirtieron en patrimonio danzario.
Más allá del dato técnico, lo que importa es la huella: logró transformar ritmos y prácticas populares en una forma que viajó por salones, plazas y generaciones; su orquesta y sus danzones cristalizaron una forma de ser cubano que aún hoy suena en las agrupaciones y en las pistas de baile. Aunque los orígenes del danzón puedan discutirse en detalle entre musicólogos, la autoridad cultural y el reconocimiento popular sitúan a Faílde en el centro de esa invención musical.
Escuchar un danzón de Faílde es asomarse a una época y, al mismo tiempo, a una continuidad: su música nos recuerda que la tradición se reinventa cuando alguien tiene el tino de escuchar lo que el pueblo ya estaba tocando y convertirlo en obra de arte.
Foto: Tomada de CUBAHORA
