Aunque Juan Padrón no fue un realizador de filmes musicales, en su creación artística hay momentos significativos al reflejo del arte de los sonidos en el universo de las imágenes. Las sagas de Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana, constituyen muestras de pasajes audiovisuales en la producción del cineasta, nacido en Matanzas el 29 de enero de 1947.
Las historias del bravo coronel mambí, creadas por el adalid de los dibujos animados cubanos, se caracterizaron por el humor y su diseño de personajes identitarios de la nacionalidad insular y el abordaje de sentimientos medulares como la soberanía y la independencia, el amor a las raíces, la valentía, la solidaridad y el compañerismo, entre otros.
En el largometraje Elpidio Valdés (ICAIC, 1979), además, hay un elemento que añade un valor agregado: la apertura a cargo de Silvio Rodríguez, compuesta por el cantor del Ariguanabo a solicitud del propio Juan Padrón. «Nunca supe bien porqué lo de balada. Él decía balada y yo pensaba todo el tiempo en un son originario, salvaje» -expresó Silvio en una ocasión. Y agregó: «Padroncito me ayudó en algo de las letras (…) lo de «gaito», lo tomé de lo que él decía, era uno de los nombretes de los insurrectos contra las tropas de la corona».
No solo en la cinta con las correrías del «pillo maniguero» la pieza de marras evoca el legado musical cubano. También aparece como hilo al clímax secuencial, la controversia entre el simpático guajiro independentista y Media Cara, cabecilla de la contraguerrilla al servicio del Ejército Español, fruto de la fértil cosecha de Pedro Péglez González, Premio Iberoamericano Cucalambé 2000 y 2004.
En la serie de cortometrajes inspirados en las proezas del oficial Valdés, el episodio número 6 está dedicado al «Clarín mambí» (1976) que en tono humorístico rinde tributo a todos los combatientes del Ejército Libertador que se desempeñaron como cornetas, personificados en el joven Pepe. En apenas ocho minutos y unos segundos, Padrón expuso magistralmente la forma que se transmitían las órdenes del mando militar mambí a la caballería en medio del combate, en toques de clarín, con sonidos breves, agudos, codificados, que llegaban a los oídos de cada jinete, que respondían rápidamente, de forma ordenada a la orden sonora.
En Vampiros en La Habana (ICAIC, 1985), otro instrumento de viento, esta vez la trompeta, tiene un peso nada despreciable. El protagonista de la aventura es un músico que toca la trompeta en fiestas, guateques y para enamorar 1. El sonido del instrumento, en una serenata nocturna, dio origen a una de las más chispeantes escenas del filme.
Al final del metraje, Joseph von Drácula, Pepito para sus amigos, canta la fórmula del «Vampisol»2 para que sea del acceso de todos los interesados y no de una élite de vampiros y crea el bar «Pepito ́s«3.
Vampiros en La Habana devino película de culto y su popularidad rebasó los contornos geográficos de la Isla, siendo muy aplaudida en Latinoamérica y España. Fue seleccionada como una de las mejores películas hispanoamericanas del siglo XX. El éxito de esta comedia de «terror» motivó a Padrón a realizar Más vampiros en La Habana (2004), que contó en su banda sonora con el aporte musical de Rembert Egues.
Juan Padrón falleció en La Habana el 24 de marzo de 2020. Su filmografía permanece como objeto de reconocimiento, exhibiciones y estudios. Estará siempre en la memoria cinematográfica del pueblo cubano.
NOTAS:
1 La ejecución real del instrumento corrió a cargo de Arturo Sandoval.
2 Pócima creada por Berndhart Amadeu que permitía a los vampiros pasear bajo la luz del día.
3 En La Habana se inauguró el Barbaram Pepito ́s Club, en la avenida 42 entre Zoológico y avenida 47, Nuevo Vedado. Aquí se servía un trago llamado «Vampisol», nombre tomado de la película.
Foto: Tomada de fotosdlahabana