Un simpático “pillo manigüero» puede convertirse en un personaje de leyenda, gracias al auxilio de dos inteligencias artísticas conjugadas, como la del cineasta Juan Padrón Blanco (29-01-47 / 24-03-20) y el trovador Silvio Rodríguez Domínguez (29-11-47).
El primero de ellos le dio nombre, cuerpo y una historia de vida al personaje que se convertiría en el más importante héroe de los dibujos animados realizados en Cuba y el segundo, dio cima a una contagiosa canción que acompañó al naciente ídolo en sus correrías hasta el sol de hoy, contribuyendo a su popularidad.
Del papel al celuloide
El ícono infantil de la más excelsa cubanía tuvo un origen ligado a las peripecias de un guerrero samurai, nombrado Kashibashe. A finales de la década del setenta, Padrón dibujaba una historieta que se desarrollaba en el País del Sol Naciente. Eran años en que la pantalla grande de la Isla estaba prácticamente saturada con imágenes de enconadas trifulcas entre los míticos espadachines japoneses.
En el exótico paisaje oriental había un personaje secundario de origen cubano, mambí, simpático, chistoso, ocurrente y bromista, bautizado por su creador como Elpidio Valdés, para que su nombre sonara como Cecilia Valdés, la gran novela antiesclavista del siglo XIX cubano.
Los chistes de Elpidio eran más simpáticos que los del resto de los personajes y sus ocurrencias resultaban más entretenidas, sin embargo, las aventuras del audaz cubano permanecieron inéditas por voluntad del creador, que prefirió reservarlas para crear una serie independiente.
El debut oficial de Elpidio Valdés tuvo lugar a mediados de 1970, cuando en el semanario Pionero se publicaron las historietas: «Elpidio Valdés contra los ninjas» y «Elpidio Valdés contra el Gum Marker». Cada día, el futuro coronel del Ejército Libertador estaba más cerca del corazón del ilustrador, historietista y guionista nacido en la Atenas de Cuba. Con ello aseguró su reincorporación al ambiente nacional, específicamente en la víspera del inicio de la Guerra de Independencia de 1895.
En 1979 el intrépido pilluelo asaltó el celuloide y capturó definitivamente el cariño de los cubanos.
¿Cómo entra Silvio en esta historia?
Juan Padrón y Silvio Rodríguez se conocieron en 1963, en los predios de la revista Mella, cuando el muchacho del Ariguanabo no era todavía músico, sino aprendiz de dibujante. Ambos colaboraron en esa publicación y se alternaban para dibujar la página semanal «El Hueco». Más tarde coincidieron en el ejército. El primer corto de animación que hizo Padrón contó con música de Silvio. Luego sus caminos se bifurcaron. Padroncito, como le llamaban sus amigos y compañeros de oficio, continuó por la senda de la animación y Silvio cayó en brazos de Euterpe en un provechoso romance que permanece hasta nuestros días.
La amistad de ambos artistas no se interrumpió y se mantuvieron en contacto. No resultó extraño por consiguiente que un día el realizador de dibujos animados se presentara en casa de su amigo, el cantor y compositor, para solicitar su colaboración para el tema musical de su película.
El autor de “Ojalá” y un catálogo que sobrepasa el medio millar de títulos –pueden ser muchos más– ha contado la anécdota: «Un buen día, cuando solo habían salido unas pocas aventuras del coronel Valdés, se me apareció en casa y me dijo que quería que le compusiese una balada para aquellas aventuras».
El joven autor, que ya para entonces era reconocido como una de las figuras más prominentes de la Nueva Trova cubana, aceptó gustoso la encomienda, aunque confesó no haber entendido nunca «porqué lo de balada». Y explicó: «Él decía balada y yo pensaba todo el tiempo en un son, originario, salvaje, tratándose de un mambí oriental como Elpidio».
Con este concepto en la mente, Silvio localizó a un músico viejo al que había escuchado tocar marímbula y le pidió al maestro Jesús Ortega una vihuela: «pensé que me iba a ser duro hacerle entender al marimbulista la idea de aquel son precario, pero en eso me equivoqué. Tan pronto me puse a sincopar el bajo, el golpe de los flejes se convirtió en su sombra».
Lo que hoy escuchamos «es la misma versión de entonces».
Final
Con la creación de Elpidio Valdés, Padrón quiso «enseñar a los niños cómo fue la guerra de independencia». Gracias a ese material «nuestros niños conocen mejor su historia».
Foto: Tomada de Cubarte
