Chango Spasiuk: un músico muy inquieto

Chang Spasiuk

Ya está en Cuba el multilaureado acordeonista y compositor argentino Chango Spasiuk (Apóstoles, Misiones, 1968). Viene cargado de sueños: con muchos deseos de compartir sus saberes y llevarse las sonoridades de esta ínsula caribeña impregnadas en el corazón.

Chango vino invitado por su coterráneo, el quenista argentino Rodrigo Sosa. Los motivos de su visita son tres: presentar en dos conciertos los Sonidos de la Tierra Colorada, grabar un fonograma y conversar sobre el acordeón con los estudiantes de la enseñanza artística nacional.

Sosa y Spasiuk provienen de la misma provincia argentina y tienen una herencia musical común. El Festival Jazz Plaza fue la semilla. Ver en un escenario juntos a la quena y el acordeón no es algo común ni frecuente pero decidieron unirse y sumar a las composiciones de Chango la percusión cubana, con toda la fuerza africana.

«Estoy contento de estar acá. Es la segunda vez que vengo a Cuba. Después de mi presentación en el Jazz Plaza, Rodrigo viajó a Argentina y fue a una gira conmigo, tocando en un disco. Teníamos planeado volver a encontrarnos», declaró Spasiuk en un encuentro con la prensa.

Este miércoles 4 de septiembre, a las 5 de la tarde, se presentará en la sala White, de Matanzas junto al quenista argentino, el pianista Rodrigo García Ameneiros, el contrabajista David Faya, el percusionista Armando Osuna y la violinista Tania Haase. Repetirán ese mismo concierto el 12 de septiembre, a las 7 p.m., en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.

«Vamos a tocar gran parte de mi música con esta formación. De paso aprovechamos los ensayos en los Estudios 18 de la Egrem y grabamos la mayor cantidad de información para después, a distancia, terminar ese concepto de álbum», explicó.

En su visita anterior Chango y Sosa asistieron al Conservatorio Amadeo Roldán de La Habana para hablar de un instrumento que no es tan visualizado en Cuba. «Mostramos cómo es el acordeón, los ritmos que se tocan con él, la tradición de esta música folclórica argentina y demostramos lo que estábamos haciendo juntos. Fue una experiencia muy bella», recordó el instrumentista.

Por eso han programado dos nuevos conversatorios: uno el miércoles 4, antes del concierto, en la escuela de arte de Matanzas, y el día 10, en la Escuela Nacional de Arte: «lo que pasó en el Conservatorio me hizo pensar que la próxima vez que venga debo traer partituras para los estudiantes y para que la gente aprenda algo de mi música como yo aprendo acá de sus compositores y ritmos. Es algo que tiene que ver con enriquecer tu propio mundo emocional, intelectual, cultural».

La música y los encuentros con la otredad

Para Chango la música es una herramienta de construcción y para pensar en voz alta: «la cultura es como un espejo en el cual nos miramos y reflexionamos sobre todo lo que tenemos en común, sobre las cosas que queremos y también sobre las que no queremos.  Es un espacio para construir, para el encuentro y la reflexión. Es algo que hago en mi país y por qué no hacerlo en otros lugares del mundo».

Reveló que la música y los músicos cubanos son conocidos y queridos en su país. Rodrigo fue el ser que lo conectó con este lugar que ama y con su gente «porque me gusta la manera de tocar, lo que escucho musicalmente. Cuando vine la primera vez pensé en volver y ya estoy pensando en un proyecto para dentro de un año», confesó.

Comenzó a tocar el acordeón a los doce años, junto a su padre y un tío. Tuvo una fuerte influencia de la música polca en sus primeros años. A lo largo de tres décadas, el acordeonista ha logrado sumar la música académica, folklórica, regional, universal, popular y culta, sin que ninguna denominación anule a la otra.

«La música folclórica es de transmisión oral pero en los últimos años se ha visto un encuentro entre lo oral y lo académico. En algunos Conservatorios en la Ciudad de Buenos Aires se han empezado a implementar cátedras de música popular y de música folclórica, de acordeón», advirtió.

Acerca del tango aclaró que ha tenido mucho más desarrollo, en términos académicos. Sobre este género musical se han escrito arreglos y hasta estilos orquestales. Se siente feliz porque en los últimos veinte años se está empezando a escribir más sobre las otras músicas de raíz folclórica, de transmisión oral.

Pero en el fondo todo parte del aprendizaje oral e informal: «tocando uno frente a otro y aprendiendo por imitación. Supongo que con la música tradicional cubana sucede lo mismo: uno puede estudiarla mucho pero hay una parte que se aprende tocando con los mayores».

A la interrogante de cómo llegó a la mezcla con otros géneros musicales aclara que es un músico muy inquieto.

«Cuando era niño el acordeón era un instrumento asociado con los viejos, con la gente grande. Entonces cuando lo empecé a tocar me preguntaban: ‘cómo tan joven usted toca el acordeón’. Le respondí que era un instrumento con el que se puede tocar blues, rock, tango, no solamente el chamamé, que es la música que yo interpreto».

Así comenzó a relacionarse con otros géneros y a formar parte de varios proyectos musicales. Tocó con Mercedes Sosa y con artistas muy famosas de Argentina:

«Después, viajé por el mundo y he hecho discos con músicos noruegos. Siempre he tocado el acordeón en lugares donde era un instrumento que no aparecía. Esa inquietud de relacionarme todo el tiempo, con otras culturas, con otras estéticas, la veo como una herramienta para encontrarme con el otro».

«¿Cómo me puedo acercar al otro?», se pregunta.

«Me acerco mostrando lo que hago pero aprendiendo lo que hace el otro. Todo el tiempo tenemos miedo del otro, desconocemos al otro. Algunos países levantan muros: la música rompe esos muros. La música estira la mano y trata de acercarnos al otro y uno descubre que en el otro hay belleza, hay un contenido, una cultura, una historia, una poesía. De eso se trata», concluye.

Chango ha lanzado diez álbumes en solitario en su país natal, entre ellos el multipremiado Polcas de mi tierra (1998). Su primer lanzamiento internacional Tarefero de mis pagos le valió el premio BBC de Música del Mundo (Mejor Artista Revelación 2005, el premio Gardel de Argentina y una nominación al Grammy Latino en 2006).

Su fonograma Pynandí-Los descalzos, lanzado a fines de 2009, resultó ganador del premio Gardel al mejor artista masculino de folklore argentino. Por otra parte, Tierra Colorada en el Teatro Colón (2014) recibió el premio Gardel 2015 como mejor disco de Chamamé (CD + DVD grabado en vivo en el teatro Colón de Buenos Aires).

Otras músicas (2016), donde ofrece un recorrido por sus composiciones para filmes, obras teatrales y proyectos documentales, fue ganador de dos premios Gardel al mejor álbum folklore alternativo y mejor banda de sonido de música y televisión.

Su siguiente trabajo discográfico junto a Pedro Canale fue Pino Europeo (2018) que reversiona temas de Polcas de mi tierra, lanzado en 1998 con electrónica y Dub.

Hielo Azul, Tierra Roja es su penúltima producción discográfica. Fue grabada en Oslo, en 2019, junto con el guitarrista noruego Per Einar Watle y tres grandes músicos de ese país: Steinar Raknes, Kenneth Ekornes, Anne Gravir Klykken y el percusionista argentino Benjamín Marcos Villalba. Recibió grandes críticas de los medios noruegos y obtuvo el premio Gardel como mejor disco en la categoría “Chamamé”.

Eiké! (Entrar en el alma) es el nombre de su más reciente álbum, producido en 2023, en la intimidad de la casa de su autor. Al decir de Alejandra Peña Gill, el vocablo en lengua guaraní́ alude a las tradiciones ancestrales de la tierra natal de Chango e invita a entrar al interior de la casa como espacio simbólico del corazón, lugar que ofrece al invitado una silla ritual donde se asienta la palabra-alma en forma de música.

En 2005 recibió el premio Konex de Platino como el Solista Masculino de Folklore de la Década; en 2015, el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Misiones Argentina y en 2022 fue declarado Personalidad Destacada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el ámbito de la cultura, por la Legislatura de la urbe.

Autor