Al evocar a Armando Hart Dávalos (La Habana, 13 de junio de 1930 / 26 de noviembre de 2017) visualizo al hombre con cara de niño (o al niño-hombre) que entusiasta y batallador dirigía a un ejército de alfabetizadores. También veo al hombre adulto, concentrado y sereno, ministro de Cultura, presidente de la Sociedad Cultural José Martí y director de la Oficina del Programa Martiano.En síntesis, observo al intelectual que asumió la Revolución cubana como un proceso de creación que unió voluntades y pensamientos diversos.
Abel Prieto Jiménez, reconocido intelectual cubano, que en dos ocasiones fue ministro de Cultura, recordó en una ocasión esa voluntad unidora de Hart al decir que éste: “permanentemente estaba aglutinando a la gente, a los artistas, los escritores, a los promotores culturales (…) con su visión de cultura que rebasaba los ámbitos institucionales, aglutinando a todos los agentes directos e indirectos de la cultura”.
Si Rubén Martínez Villena es considerado el ejemplo clásico del intelectual revolucionario cubano, Armando Hart es el paradigma de intelectual orgánico.
Destacado intelectual y político, que integró la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y colaborador cercano de Frank País, se distinguió activamente en el alzamiento del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba.
Después del triunfo de la Revolución formó parte de la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba. Fue elegido miembro del Comité Central y del Buró Político del Partido Comunista de Cuba.
Su reflexiones sobre política cultural, historia y desarrollo social están contenidas en sus libros, editados en varios países y en su papelería, atesorada en el fondo de su archivo personal. Esos documentos recogen experiencias y cavilaciones que en el ejercicio de sus funciones, al frente del Ministerio de Cultura, llevaron a Hart a la conclusión de que la cultura se promueve, no se dirige.
Esto no quiere decir que se deje de inducir determinados procesos, o de poner los recursos necesarios en programas fundamentales, y de fomentar, tal como él mismo hizo e insistió, una economía de la cultura; pero enfatizó en la necesidad de desterrar prácticas intervencionistas y voluntaristas, antes lo contrario, favorecer los más altos valores de la creación cultural.
En la literatura de Armando Hart, publicada o inédita, hay una valiosa fuente de conocimiento, cuya lectura y estudio ensanchará la visión del mundo de hoy, de la historia cubana, de la sustancia política, social y filosófica del pensamiento revolucionario raigal de nuestra nación.
Foto: Tomada de la página de la Biblioteca Nacional de Cuba