La llegada de un huracán a suelo cubano moviliza históricamente desde 1959 a las autoridades gubernamentales y también a los vecinos para salvaguardar vidas y bienes materiales.
El meteoro de inicios de este noviembre puso en alerta a la isla y finalmente el aviso de su paso por el occidente conllevó aplicar estrategias en coordinación con los estados mayores de la Defensa Civil en cada localidad.
No fueron pocos los daños causados al sector estatal y residencial en la provincia de Artemisa, por donde el huracán Rafael impactó desde el sur con categoría 3 y por donde se alejó al norte con categoría 2, luego de varias horas inolvidables para quienes estaban en el diámetro de los fuertes vientos.
Solo la experiencia para enfrentar estos fenómenos meteorológicos permitió que los perjuicios no fueran mayores y que inmediatamente se atendieran los destrozos causados en todo el territorio alcanzado por las rachas del ciclón.
Desde Mayabeque, La Habana, hasta Pinar del Río, se cuantifican los estragos dejados por la furia de Rafael, al cual muchos califican de leñador, obviamente por el sinfín de árboles derribados.
Junto a esta peculiaridad, muy propia de los vientos huracanados, es notable el elevado número de edificaciones destruidas total o parcialmente, entre las que se hallan instituciones de salud pública, centros escolares, instalaciones deportivas y culturales, así como relevantes entidades económicas y viviendas.
Las afectaciones al Sistema Electroenergético Nacional fueron severas, de ahí que repercutieran en el bombeo de agua a la mayor parte de las provincias azotadas por la destructiva tormenta. Y con tal panorama se activaron fuerzas para la recuperación, que aún prosiguen sus labores, mientras se renueva la vida paulatinamente.
En cada sitio se evacuaron hacia lugares seguros a los habitantes de zonas vulnerables, se les atendió, incluso muchos no han regresado a sus comunidades por el estado en que todavía permanecen.
Tras las horas de desasosiego llega la tarea ardua de reconstruir, de sembrar esperanzas, de fortalecer solidariamente cada desgarrón desde las manos que toman las herramientas del laboreo, aquellas hermanadas a través de donaciones para damnificados, las del canto nuevo entre azadones y guitarras para olvidar al leñador.
Foto: Cuenta en X de Presidencia Cuba