Entre los danzones cimeros dentro del amplio abanico que manifiesta la música popular cubana, el clásico “Fefita”, del músico y compositor José Urfé González, ocupa sitio privilegiado.
Aunque el gustado tema el autor se lo dedicó a la joven matancera María Josefa González, no fue ideado en la muchacha.
En la primera mitad del año 1924 Urfé creó la más tarde célebre composición. El maestro tenía por costumbre que al concluir una obra la identificaba con un número el cual conservaba hasta que fuese bautizado con su título. El danzón “Fefita” estuvo señalizado con el dígito 5. Su coterráneo músico, Félix González, sostenía lazos familiares con su homólogo. Fue el padrino de uno de los hijos de José, el más tarde musicólogo Odilio Urfé. Durante la época Félix comandaba una orquesta típica o de viento que con en el tiempo se convirtió en la última agrupación musical de su tipo existente en Cuba.
Una tarde Félix analizaba las partituras inéditas que atesoraba su compadre y sin la autorización del creador, escogió la número cinco y la montó en su orquesta con el propósito de presentarla en un certamen que organizaba el diario La Prensa y que tenía por sede el poblado mayabequense de Catalina de Güines.
Las sospechas indicaron que el jurado, inconsultamente deliberó con anterioridad; pero cuando la orquesta de Félix dejó escuchar el desconocido danzón, las autoridades optaron por dejar el premio desierto.
Al enterarse de la intromisión de su compadre por presentar la obra al concurso sin su consentimiento, Urfé se molestó. El autor sostenía que el danzón requería de algunas modificaciones.
Calmada la discusión, el compositor se comprometió con el director de orquesta que cuando esté lista la partitura, permitiría que su agrupación fuese quien la estrenara.
Una mañana Urfé se dirigió al local donde ensayaba con sus discípulos y al transitar frente al hogar donde vivía Rubén Armenteros — quien después de mudarse hacia el cercano poblado de Catalina de Güines seria identificado por El Congo. Éste le invitó a saborear una tacita de café. En la ocasión la hija de Rubén, Nicolasa, le presentó al también maestro de música a la joven María Josefa González, identificada por Fefita. Ambas estudiaban magisterio en la Escuela Normal de la capital. (Rubén Armenteros).
Durante amena charla, Pepe, como también le nombraban en su pueblo, se entera que la linda mestiza, en compañía de su madre estaban de visita en el hogar de los Armenteros con el objetivo de disfrutar de los baños medicinales que aún atesora el hoy municipio mayabequense de Madruga. Al despedirse, el músico, con su acostumbrada caballerosidad se comprometió con la joven dedicarle lo mejor que pudiese otorgarle, un danzón.
En el período Urfé estaba precedido de cierta fama. Los cubanos se identificaron con varios de sus danzones como, “El Dios Chino”, “Cuyaguateje”, “Se Mató Goyito”, “Brisas del Copey”, “Nena” y en especial, “El Bombín de Barreto”, obra que había escrito en el año 1910 y durante el período había conquistado elevada fama en el ámbito musical y bailable de la época.
“Fefita” se dejó escuchar por vez primera en la fiesta de despedida de María Josefa González y de su mamá. El agasajo se produjo en el hogar de la familia Armenteros a finales de diciembre de 1924, cuando ambas matanceras se disponían regresar a su natal poblado de Colón. El danzón fue interpretado por la orquesta del propio Urfé.
El estreno “oficial” de “Fefita” se produjo en el bailable de año nuevo del Centro Familiar del poblado de Catalina de Güines, durante los primeros días de enero de 1925. En la oportunidad, en el cercano Liceo de la localidad amenizaba el festejo la orquesta del también madruguero Cheo Belén Puig y no muy distante se situaba la orquesta Ideal, de Urfé
Ambos músicos sostenían vínculos que sobrepasaban la amistad, se relacionaban como auténticos hermanos. Los dos compartieron atriles en las orquestas de Félix González y la del güinero Enrique Peña. Cheo Belén y José Urfé alcanzaron fama por sus actuaciones en un dúo de clarinetes que sobresalía en las interpretaciones danzoneras.
Durante el bailable de Catalina de Güines, cuando una de las orquestas disfrutaba de algunos minutos de descanso, el compañero se dirigía al escenario donde estaba su amigo y viceversa.
En uno de los diálogos Cheo le confiesa a su coterráneo su preocupación con la orquesta de Antonio María Romeu. Belén sostenía que el Mago de las Teclas lo apretaba con su danzón “Los Frescos”. La composición tenía alborotado a los bailadores. En ese instante era la propuesta que más aclamaba el público.
Cheo Belén estaba necesitado por llevar a su repertorio una creación que pudiese superar la demanda del danzón que tanto le martirizaba. Urfé le aconsejó que escuchara su última composición que de inmediato estrenaría en él bailable. Cheo Belén alcanzó un papel pautado y al compás de la orquesta transcribió la obra. Al llegar a la capital inmediatamente montó el nuevo danzón en su repertorio y buscó la oportunidad de tocarlo ante su principal competidor. El encuentro tuvo por escenario el Club “Bohemia”, sociedad exclusiva para personas de la raza negra.
Aunque estaba reconocido como inigualable pianista y orquestador, Antonio María Romeu se destacaba, además, por olfatear los éxitos danzoneros. De inmediato se propuso introducir en su repertorio la nueva composición, pero no sabía quién era el autor de “Fefita”. Su clara intuición le condujo a trasladarse hasta Madruga, poblado que en aquellos tiempos pertenecía a La Habana y hoy el municipio se identifica en la provincia de Mayabeque.
Luego de un suculento almuerzo con la familia Urfé, El Mago de las teclas logró obtener una copia fiel de la partitura. Es por ello que el danzón “Fefita”, como originalmente fue escrito sólo ha sido interpretado por la orquesta de Antonio María Romeu; con la salvedad que el papel correspondiente al clarinete, Romeu lo convirtió en el de la flauta.
En ese empeño se lució ese grande de nuestro pentagrama, Francisco Delabel, a quién el pueblo le bautizó por Flauta Mágica.
El acontecimiento laceró las relaciones entre Urfé y el también músico Félix González, por sostener el último que su compadre violó el acuerdo de exclusividad. También su otro coterráneo, Cheo Belén Puig, se enojó con su entrañable amigo por entregarle la partitura original a su principal competidor. Por suerte el tiempo se encargó que en breve período las aguas bajaran a su nivel y permitió que la amistad entre todos continuara creciendo.
Varios años después, “Fefita” se apropió del repertorio de la famosa orquesta radiofónica del flautista Antonio Arcaño. Dado que la agrupación se presentaba todas las noches en la emisora Mil Diez. El danzón “Fefita” logró penetrar en muchos hogares cubanos.
NOTA EDITORIAL
Esta crónica, de autor desconocido, fue tomada del archivo personal del destacado realizador de sonido de Radio Cadena Habana, Armando Zaldívar.