Desde su condición de investigadora, primera bailarina contemporánea y folclórica, maestra, coreógrafa, profesora, y figura clave del movimiento danzario profesional guantanamero, la M. Sc. Yaneisi Chibás Caboverde ha estudiado el legado en la música y la danza de las migraciones haitianas hacia el oriente de Cuba, con énfasis en la provincia de Guantánamo.
Durante su intervención en el I Encuentro Internacional de Ancestralidad en Cuba, la investigadora subrayó que no se puede hablar de migraciones haitianas sin mirar, de manera específica, el papel de las mujeres en la reproducción de la memoria, la cocina, la música, la danza y las ceremonias, porque ahí se condensa una pedagogía silenciosa de la resistencia cotidiana.
Estas mujeres, explicó, han transmitido saberes de generación en generación, sosteniendo prácticas rituales, formas de hablar y de cantar que hoy corren el riesgo de diluirse si no se documentan y se protegen.
Marta Jean-Claude, voz de protesta
Dentro de ese mapa femenino de la diáspora, Chibás colocó en el centro a Martha Jean-Claude, escritora, compositora, artista y activista por los derechos civiles, a la que presentó como una de las primeras voces del canto de protesta desde una identidad afrocaribeña, comprometida con la dignidad de las mujeres negras.
Recordó que, al llegar a Cuba, la creadora se vinculó con comunidades haitianas y descendientes de los barrios de la provincia de Camagüey donde organizó espacios para que las personas se encontraran, reflexionaran y se articularan en defensa de la libertad y la justicia social.
Según la bailarina, la obra de Martha Jean-Claude no se limitó a la dimensión artística, sino que fue una herramienta política para denunciar el maltrato físico, simbólico y político que sufrían las mujeres negras, tanto en el país de origen como en los nuevos territorios de acogida.
Recordó que en 1996, la cantante promovió un Festival francohaitiano al cual invitó a todos los grupos portadores que existían en ese momento. Ese evento no se ha podido repetir y la investigadora tiene la idea de organizar el Festival de bailes francohaitianos “Martha Jean-Claude”.
Citó a otra mujer empoderada: Dolores Casimir Rancol (Lolita), quien se radicó en Guantánamo donde fundó una sociedad de ayuda mutua para los descendientes haitianos en la zona de San Justo, La Loma del Chivo, las montañas de Yateras y El Salvador.
El 10 de marzo de 1980, Lolita fundó junto al cubano Ángel Megrete, entre otras personas, el grupo portador Los Cossiá, en alusión a una planta medicinal que se usa en la patria de Toussaint de Loverture.
En 1981, la agrupación presentó por vez primera ante el público guantanamero el canto, la música, los bailes de salón –más allá de la tumba francesa–, el vestuario y la culinaria. Hoy esa agrupación músico danzaria ostenta el Premio Memoria Viva que otorga el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello.
Identidad, tradición y crítica al folklorismo
Chibás dedicó una parte importante de su intervención a reflexionar sobre la tensión entre tradición e institucionalización de las prácticas culturales de origen haitiano en Guantánamo, y sobre cómo, en nombre de la modernidad o de la “buena estética”, se corre el riesgo de despojar las danzas y los cantos de su sentido profundo.
A partir de su propia trayectoria como bailarina de un grupo portador, y de su posterior profesionalización, defendió que la academia no puede imponer reglas que vacíen de contenido ritual y comunitario las manifestaciones, sino acompañar su proyección escénica respetando símbolos, códigos y memorias.
La maestra cuestionó las críticas que deslegitiman a quienes mantienen la práctica religiosa o comunitaria, recordando que en esos cantos, vestuarios y coreografías se condensa la identidad de comunidades que han resistido el olvido.
Para ella, perder la tradición no es solo dejar de bailar o cantar de cierta forma, sino romper la cadena de transmisión que permitirá a las niñas y niños del futuro conocer de dónde vienen sus ancestros y qué luchas han sostenido.
Llamado a la acción y a la investigación
La ponente hizo un llamado explícito a reforzar la investigación sobre las mujeres haitianas en Guantánamo, sus descendientes y las cubanas que se han integrado a esos tejidos culturales, para que sus historias no queden en los márgenes de la narrativa nacional.
Propuso seguir escribiendo, documentando y visibilizando sus aportes en la música, la danza, la palabra y la organización comunitaria, e insistió en la necesidad de que instituciones y especialistas acompañen, no sustituyan, a los grupos portadores.
Su mensaje final fue una invitación a reconocer que, aunque los tiempos cambien, no se puede renunciar a la identidad, porque hacerlo implicaría perder una parte esencial de la memoria de Cuba y del Caribe.
En esa defensa, afirmó, las mujeres haitianas y sus descendientes en Guantánamo han sido protagonistas silenciosas pero decisivas, y su legado exige respeto, estudio y políticas culturales que las sitúen en el lugar que merecen dentro del patrimonio cultural cubano.
Foto: Tomada del perfil en Facebook de Yaneisi Chibás Caboverde
