Enrique González Mántici, la orquesta en su corazón

Enrique González Mántici

En la historia del arte sonoro cubano hay nombres que, más que sonar, laten. Uno de ellos es el de Enrique González Mántici, artista de sensibilidad extraordinaria y genio creador que dedicó su vida a enaltecer el arte sinfónico en la Isla. 

Su legado vibra en cada compás de las orquestas que dirigió y en el eco de las partituras que concibió con alma cubana y rigor universal. Su figura, noble y apasionada, marcó un antes y un después en la música de concierto en Cuba, abriendo caminos para nuevas generaciones de intérpretes y directores.

Enrique González Mántici nació el 4 de noviembre de 1912 en Sagua la Grande, provincia de Villa Clara, y falleció el 27 de septiembre de 1974 en La Habana. Desde muy joven mostró un talento natural para el violín, instrumento que estudió con fervor hasta convertirlo en su primer lenguaje artístico. 

Su carrera lo llevó a brillar como concertino en diversas agrupaciones, pero su verdadero destino fue la dirección orquestal, donde desplegó una combinación admirable de disciplina, emotividad y visión moderna.

Fundador y director titular de la Orquesta Sinfónica de Matanzas, González Mántici fue también uno de los pilares en la creación y consolidación de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, a la que imprimió un sello de excelencia y entrega. 

Sus interpretaciones de obras criollas y universales lo situaron entre los grandes directores de su tiempo, y su labor pedagógica contribuyó decisivamente a la formación de músicos que luego ocuparían puestos de relevancia en el panorama cultural del país.

Como compositor, dejó piezas de exquisita factura donde se funden el lirismo y la cubanía, entre ellas “Rítmicas”, “Obertura Cubana” y “Poema Sinfónico”. En cada una se percibe su espíritu inquieto, su dominio técnico y su amor profundo por las raíces musicales del pueblo. 

Hoy, en cada aniversario de su natalicio, la música de Enrique González Mántici continúa recordando que la grandeza de un artista se mide también por la huella que deja en el alma de su nación.

Foto: Tomada de Ecured

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