De entre los apellidos ilustres de nuestra música, tal vez uno de los más notorios sea Romeu, de origen catalán. Muchos de los integrantes de esa familia han tenido formación musical y se han desempeñado como grandes compositores, intérpretes, pedagogos o directores de orquesta. Entre ellos, destaca Zenaida Romeu González, nacida en La Habana el 5 de junio de 1910.
Es hija de Armando Romeu Marrero, quien también se convirtió en su primer maestro, y del que recibió, tempranamente, clases de solfeo, teoría de la música, guitarra, piano y mandolina, lo que se unió al talento sorprendente de la niña.
Luego, la adolescente Zenaida matriculó en el Conservatorio Hubert de Blanck, en el cual recibió clases de piano y solfeo, de profesores como Julia Coya, Arcadio Menocal y Margot de Blanck, y se graduó en 1929. Más tarde fue alumna, durante ocho años, del ruso Jasha Fisherman, otra prominente figura definitoria en su desarrollo profesional.
Toda esta etapa fue la antesala de una carrera que estaría conformada por su paso como pianista en orquestas (la del teatro Tosca, por ejemplo), integrante de formatos de música de cámara o solista. La prensa de la época resaltó su interpretación del Concierto No. 1 para piano y Orquesta en sol menor Op. 25, de Félix Mendelssohn, acompañada por la Orquesta Sinfónica de La Habana y dirigida por el reconocido maestro Gonzalo Roig, el 20 de septiembre de 1936.
Pronto, su carrera tendría una nueva faceta, pues comienza a dirigir zarzuelas para la emisora radial CMQ, en 1938, arista que le apasionaba y que afianzaría años más tarde en diferentes espacios de gran importancia en el panorama orquestal cubano, como el Teatro Auditorium (hoy Amadeo Roldán) o el Teatro Nacional (hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso), entre otros.
Ello la convirtió en una de las primeras mujeres en dirigir orquestas en Cuba, y no solo en una de las precursoras de lo que hoy, orgullosamente, denominamos la escuela cubana de dirección orquestal; sino también en una de las más prominentes figuras del arte musical academicista, junto a nombres como Olga de Blanck, Cuca Rivero, Gisela Hernández o María Teresa Linares.
Sus experiencias como solista, pianista acompañante, repertorista, directora de orquesta y de coros permitieron que durante la década de 1960 trabajara como directora musical de programas infantiles, para los cuales puso en práctica otro de sus dones: la composición.
De esa forma creó más de 200 canciones y dio vida a métodos y ejercicios destinados al aprendizaje del piano para su enseñanza elemental, compuso piezas sobre rondas y ritmos cubanos, y fue defensora de la inclusión del repertorio nacional en los programas de estudio, aunque ya era obligatorio para sus propios alumnos.
Sin duda alguna, su magisterio llega hasta hoy con la misma vitalidad del primer día, y mucho le debe nuestro sistema de enseñanza artística.
Fuente: Granma
Foto: Tomada de Ecured