En el perfil psicosocial de una heroína no puedan estar ausentes variables vivenciales como el arrojo para batallar al filo de la muerte y la sagacidad para eludir los feroces zarpazos de los enemigos, lo que, sumado a elevadas dosis de sensibilidad y ternura, necesarias para no extraviar sus virtudes femeninas en circunstancia alguna, la convierten en mariposas de acero, flor para amar y llama centelleante en el combate.
Esa comunión excelsa de cualidades la encontramos reiteradamente en el proceso revolucionario cubano, en mujeres capaces y agigantadas en la lucha guerrillera, que además de su ejemplo patriòtico, derrocharon una honda sensibilidad y un acendrado amor por todo lo bello y humano.
Encarnación auténtica de ese temple de mujer excepcional fue, es y será Vilma Espin Guillois (07.04.1930-18.06.2007), paradigma de patriotismo, dignidad y lealtad a la Revolución. De ella escribió Celia Hart Santamaría: «…nació rica, hermosa, inteligente, todas las categorías de las clásicas princesas de los cuentos de hadas, pero su palacio encantado fue la lucha guerrillera…».
En su juventud, la futura combatiente de la clandestinidad y de la Sierra Maestra soñaba con bailar ballet clásico. Con este propósito se incorporó a una institución cultural llamada Pro-Arte de Oriente. En una ocasión, un grupo de la compañía de Alicia Alonso fue a presentar El lago de los cisnes a Santiago de Cuba e incorporó a la función a muchachas de esa escuela, entre las que se encontraba Vilma Espín.
Se sabe que la hija de José Espín y Margarita Guillois tenía vocación por el canto. Quienes le escucharon aseguran que tenía una bella voz de soprano. Le gustaba la música instrumental, principalmente la comúnmente denominada “clásica“. Pero su complacencia no era elitista. También disfrutaba de las canciones de la vieja trova, afición que no le abandonó nunca. Ella misma comentó sobre el placer que le producía el retorno a las viejas canciones cubanas, una vez que el trabajo le brindaba un resquicio para escucharlas.
Vilma, sensibilidad artística de una eterna rebelde
Se conoce, además, que en su juventud empezó a estudiar guitarra clásica, pero decía que los dedos no le acompañaban.
Alicia Martínez Préstamo, quien fue su ayudante personal durante unas tres décadas, testimonió: «Le gustaba la música y la guitarra. Los boleros y la música instrumental eran sus preferidos, pero a la vez decía que no había algo tan sabroso que arrollar en una conga en Santiago de Cuba».
También es conocido un pasaje de su relación con el actual General de Ejército Raúl Castro Ruz, testimonio de una remembranza suya en la que apuntó: «Raúl dice que lo enamoré cantando. Yo interpretaba viejas canciones cubanas que a él le gustaban mucho». Y agregó que el entonces joven guerrillero sentía predilección por el bolero “Si llego a besarte“, de Luis Casas Romero.
Estas son algunas pinceladas que nos permiten un acercamiento a Vilma Espín, una heroína de carne y hueso, con alta sensibilidad artística, inconmensurable humanismo y pronunciada fidelidad a la Revolución, por lo que sus lecciones de vida perduraran para siempre, no como figura para idolatrar y recordar en una efeméride, sino para imitar y homenajear todos los días.